«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

jueves, 19 de septiembre de 2013

TREINTA Y TRES.- La EP y YO. VISTO PARA SENTENCIA.


Al ladrón y sinvergüenza se le acerco una señora vestida de negro. No le gusto, tenía cara de rata. Quería negociar. Un poco tarde, al ladrón le llamó el secretario de la sala.

En el quicio de la puerta la hija. Un año después.

-Hija, hija, hija.

Ni le miró.

Al lado, alguien que él consideraba podía haber hecho un buen papel. Pero aunque inteligente, es prima.

Al ladrón y sinvergüenza le gusto el escenario. Siempre le habían gustado las películas de juicios.

-         No es más cierto que  …?.
-         Donde se encontraba Ud. el día de autos?.
-         Señoras y señores del jurado ….
-         Visto para sentencia.

La juez muy profesional y amable. La abogada de la parte demandante, sabiroga, suficiente y con una demostrada “experta desconocedora de los síntomas del Parkinson”.

Como no podría ser de otro modo, los actores actuaron. La abogada con cara de rata califica la situación del demandado con las siguientes palabras:

“El demandado, como acreditará la grabación de este acto, no se le ha visto que tenga ningún temblor. La enfermedad que se alega, en todo caso no le impide llevar una vida normal. Conduce un Mercedes, un Mercedes (dos veces por si no lo habíamos oído) y otro coche como se acredita en una fotografía reciente. Viaja y  hace una vida social intensa. En su Facebook podemos ver la clase de vida que lleva”.

Y el ladrón sinvergüenza se encuentra con su mirada. Él está temblando evidentemente. Las 10 pastillas de la mañana no han conseguido  evitar la agitación y la rigidez. La situación no es favorable.  Mientras ella hace el comentario se sostienen las miradas. Ella sabe que su comentario es venenoso. Èl cree estar viendo una cara y una mirada de rata retadora.

Y piensa :

-         Ole !!!, ole !!! y ole !!!, tu higo chumbo. Ese sí que no tiene un temblor. Tiene la rigidez de un Parkinson avanzado.

Y bla, bla, bla …..  

Y una declaración con falso testimonio,

     -     ¿ Renoce el traspaso de 15.000 euros desde la cuenta de su padre a la suya?.
     -         No, solo me dejaron 2.500 que yo dedique a la compra del traje de boda.

El ladrón y sinvergüenza recuerda los 13.000 euros que  la perjura pagó por los muebles. ¿De qué lechuga se desprendieron los susodichos euros?.

La abogada cara de rata no sabía nada, no entendía nada, no le cuadraba nada, pero al ladrón y sinvergüenza no lo llamó a declarar.

Buena estrategia. Dice que es un ladrón y sinvergüenza, simulador de una enfermedad y no tiene los ovarios para llamarlo a declarar. Sabe que  entones no se mantendría en pie la ratonera. 

Alegato de la defensa. ¿Quién está enfermo?. ¿Aquel que, se ha pintado canas, cojea o lleva una muleta y que hace visajes de dolor?.

El ladrón y sinvergüenza debería estar recluido en su casa lamiéndose las heridas, con una depresión y hundido, para que se le reconozca un mínimo de credibilidad.

A la cara de rata y a los demás no les deseo un Parkinson.

Les deseo salud.

Ah !!!. Y no me tengan lastima. No necesito dar lastima. Se cuidarme solo y estoy preparado y dispuesto a vivir.

Aprendan Uds. Es fácil.

martes, 10 de septiembre de 2013

TREINTA Y DOS.- La EP y YO. AGUA PASADA

10 de septiembre de 2012,

      -       Yo estoy mal. Y tú necesitas ayuda.
      -       No voy a ir, esas putas te dan la razón. Tú con tus palabritas.
      -       No me gusta cómo me tratas.  
      -    ¿Qué quiere el señor?. Me has destrozado la vida.
      -       Me iré. Me iré. Me iré. Me iré ………
      -      ¿Dónde vas a ir tú?. 
      -     -No puedo seguir así. La gota malaya. Cada moment. Todos los días.
      -    Estas muerto.

Ella se arranca los anillos de casada y los arroja sobre la mesa.

-       -  Me iré……
-      -  No eres nadie.
-       -  Me iré ….

Un tortazo y un escupitajo en la cara fueron los últimos gestos que le dedicó, Mientras él estaba con los brazos abiertos en prevención ante esa actitud violenta que había adoptado últimamente y que en esta ocasión se produciría por tercera y ultima vez.

El escupitajo, le recordó el que presencio de muy pequeño por parte de una chica joven a su vecino, el tío Roquet.

Esa acción silenció, el repetido, más de mil veces en los últimos meses: “Me iré”.

36 años. ¿Fue un error?. ¿Tenía que ser?. Influyo. ¿Qué influyo?.

El caso es que es un fracaso. Un triste final. Un inesperado final.

No podemos atribuir la responsabilidad a un motivo concreto. No podemos atribuir la responsabilidad a uno de los actores de la historia. El caso es que no supieron gestionar la crisis. Los factores que los rodeaban apoyaban el envenenamiento. No aprovecharon ninguno de los dos los profesionales que se ofrecieron a intervenir. No había confianza. Quienes podían haber influido no lo hicieron en positivo. Es más, hoy uno de los principales actores es parte influyente en la situación actual. Nunca lo imaginó, aunque no le extraña, los genes se heredan.

El detonante tendrá que ver con la actitud frente a los cambios que se producen a raíz de la enfermedad?. En parte puede ser que sí. Y por supuesto con la actitud de los demás, también.

Detonante, sí, ya que no solo por la aparición del PK era suficiente, estaba convencido de que los cimientos no eran firmes.

Con la acusación de, 36 años de puro egoísmo personal. De tiranía y autoritarismo. De desprecio y control. De fomento del alejamiento del hijo, que por otra parte era igual que él. Eran los reproches,  la comparación en negativo.

Durante 36 años trabajó. Del trabajo a casa. De casa al trabajo. Una época de activista sindical, que le restó más que le sumó.

Sus ganancias servían para vivir y mejorar el hogar que no reunía condiciones de habitabilidad y comodidad. Aseos, comedor, cocina, puertas de pvc  con cristal térmico, persianas, calefacción, aire acondicionado, acristalamiento naya, terraza y piscina, etc. Pintor, fontanero, electricista, jardinero, agricultor, albañil.

Dos hijos, con las mismas posibilidades pero diferente mentalidad. Uno sin medida ni control, derrochón y sin interés. De la jet-set. El otro, cabal, serio y responsable.

Siempre a disposición de caprichos, ocurrencias y necesidades de los suegros. Chico para todo, desde colocar una canal a duchar al enfermo antes de una operación. Acompañante nocturno en cada uno de los ingresos hospitalarios. Nueve operaciones de ella, dos de la suegra, y 7 días completos con el suegro.

Envidiado y fomentada la inquina con la indiferencia de su suegro hacia su cuñado, se ganó el título de “hijo de puta”. Título que debería tener bien ganado pues nadie, y estaban todos presentes, nadie discutió. La envidia es una enfermedad y la enferma de los ojos saltones nunca tuvo un gramo de cordura, acompañada, eso sí, por su ilustre y  hacendoso consorte.

Se esperaba de él, no se estaba para él.

Falló. La boda de uno y los estudios en el extranjero del otro, acapararon toda la atención de la que siempre fue más madre que esposa.

Él estaba enfermo y nadie lo reconocía así. La afrontó solo. Su apariencia externa no delataba enfermedad, por lo que, la participación de la familia en la preocupación terapéutica era nula.
-       
      Cuando sea ya veremos. ¿Cuándo sea?. Ya es. Ya estoy enfermo. No me han mandado a casa como un regalo. Me han declarado incapacitado total para cualquier trabajo.

El fuerte, el motor, el que no necesitaba a nadie, ahora estaba solo. No se le veía enfermo. 

Cada uno sentía que su preocupación era lo más importante. A él, nadie le dio un abrazo, un beso, un “aquí estamos para lo que te hagamos falta, papa”.

Les llevó a la Asociación, quería que la psicóloga les informara del proceso y las coyunturas previsibles. Él ya las había asumido. Uno de los hijos comentó:

-       -   El único que lo tiene claro es él.

Y cada uno siguió a lo suyo.

La situación, la enfermedad, la medicación ….. él se sentía solo. Necesitaba un hombro, unas manos, unos ojos … los que quería y amaba no estaba. Estaban con una boda, los estudios, un hijo y un pie

¿Fue un error?. ¿Tenía que ser?. Influyo. ¿Qué influyo?.

Tal vez podía haber sido de otro modo, pero fue así, de este modo.

Cuando sintió el escupitajo en su cara, supo que era el sello de despedida, creía que temporal, pero pronto, muy pronto noto que las decisiones o los consejos iban en otra dirección.

Las cuentas y tarjetas bancarias, al contrario de lo que iban anunciando, las vaciaron, dejando al fugado sin un céntimo. Durante unos días vivió de pensión en Lliria, su compañero Pepe le dio buenos consejos. A la vuelta en su correo una citación de un abogado lo conminaba a reunirse para disolver la sociedad conyugal. A los pocos días la Guardia Civil le requería para que se presentara en el cuartel  acompañado de abogado.

Por la población de residencia se corrió la voz de un abandono de hogar con la retirada de los depósitos y cuentas bancarias y pertenencias personales. La huida con una persona con la que mantenía una relación.

Por la población de nacimiento y trabajo, la lengua bífida de la consuegra se encargaba de explicar lo que nadie le había preguntado. Con su capazo de boga iba transportando mierda: verdades, inventos y mentiras. No tenía miramiento, en su casa hay suficiente material del mismo interés del que repartía, pero ese, ese no lo pregonaba.

Los abuelos, los otros, los padres del fugado, dejaron de recibir las visitas del nieta, que mientras le interesó, fue alimentada gratis. Los hermanos, cuñadas y primos pagaron también con el olvido. La falsedad, los genes a flor de piel. La de la lengua bífida, dejó de “pamplinear” a la abuela, y llevarle presentes. Es más, se hicieron invisibles.

Con esa actitud, el retrato de los personajes, refleja la razón o la sinrazón.

Es verdad que la subvención periódica, “papa, una coseta, podrías ponerme dinero en mi cuenta”, se cortó. “Por la plata baila el mono”. Se supone que los amarres y viajes serán menos, así la de la jet-set podrá llevar su tren de vida.

Bodegon de Benito Puig
Hoy, un año después de aquel detonante, una demanda de divorcio se dilucida en un juzgado. 

El fugado, dependiendo de una pensión, sin vivienda, la que tiene a medias le cambiaron la cerradura al portal y a la vivienda y la alquilaron. Paga un préstamo personal cuyo importe ingresó en la cuenta de la hija para los gastos de boda. Paga la financiación de uno de los vehículos familiares. Paga un alquiler por la vivienda que habita. Ayuda en sus estudios en el extranjero al hijo, es un compromiso de padre y de hombre que no puede dejar de cumplir. Paga las medicinas y las terapias propias de su enfermedad. Vive y paga la ayuda  que recibe por su incapacidad.

Esta arruinado, sí, tal como deseaba un washap que recibió hace un año.

La ruina es económica.

Y por más que le pese algunos, la ruina física, llegará, pero no a costa de la ruina psicológica.

Y Sabina dice:

AGUA PASADA

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los móviles que insultan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.

Lo atroz es no querer saber quién eres,
agua pasada, tierra quemada,
que de igual esperarte o que me esperes,
que no seas tú entre todas las mujeres,
que la cuenta está saldada.

Las canciones de amor que no quisiste
andan rodando ya por las aceras,
las tocan las orquestas de los tristes
pa que baile don nadie con cualquiera.

Las maletas que llegan sin tu ropa
giran perdidas por los aeropuertos,
la pasión cuando pasa es una copa
de sangre desangrada en el mar muerto.

Remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos.

Peor es no saber quién eres,
agua pasada, tierra quemada,
que de igual esperarte o que me esperes,
que no seas tú entre todas las mujeres,
que la cuenta está saldada.


martes, 3 de septiembre de 2013

29 AÑOS



El lunes 3 de septiembre de 1984 amaneció encapotado.
Las señales se habían manifestado más intensas y menos espaciadas. Más o menos tal como había explicado, el día anterior,  la comadrona. 

El día anterior, de madrugada, había roto aguas, y como primerizos que eran, asustados, salieron zumbando hacia Gandía:

-          No, no hija, no. Esto está muy verde. 

Volvió a reconocerla la comadrona el día , y a las nueve y media apareció el ginecólogo que la iba asistir y que había seguido toda la gestación. Algo raro estaba el hombre. Seguramente se había interrumpido su quehacer como médico de la Seguridad Social, y no se había cumplido el protocolo de atrasar los partos hasta la tarde.

La niña nació a las diez de la mañana. Al padre se le antojo fea, la madre le aplico parecidos familiares, en todo caso igual de feos.

Durante el proceso de alumbramiento, y  después de la salida del nuevo ser, la placenta se resistió y el medico hizo notar su impaciencia. 

Las enfermeras, una vez aseada, auguraron que la niña con esos ojazos, sería muy guapa. Y además, con esos padres tan bien parecidos, no había dudas.

Una vez en la habitación instaladas, la madre en la cama y la hija, dormida, en la cuna, el padre salió del hospital a toda prisa. Llovía. Corrió a una cabina de teléfonos y anuncio la buena nueva a los nuevos abuelos y tíos. La niña era la primera, para todos, la primera nieta, la primera niña de la familia, la primera hija de la joven pareja. Compro el periódico del día, EL PAIS, como recuerdo, desayunó, y recorrió la calle Mayor en busca de una cámara fotográfica.

A su vuelta, la madre intento incorporarse y en medio de la habitación cayo desmayada.

Las enfermeras acudieron rápido, la encamaron y al cabo de una hora apareció el médico. La reconoció, pidió unas gasas y a la presión del bajo vientre de la madre, unos cuajos sanguinolentos aparecieron por el camino recorrido por la niña.

Sin explicaciones, se llevaron a la madre y en la habitación perplejo quedo el padre con hija. 
Durante un buen rato, aunque pregunto, no tuvo noticias del motivo del traslado repentino y el estado en que se encontraba.

Cala de La Granaella
En la habitación contigua, una parturienta se quejaba rítmicamente  y en periodos cortos. Las señales eran evidentes, el niño llamaba a la puerta, era por la mañana y tenía que nacer por la tarde. Las quejas aumentaban la zozobra del padre.

Mucho más tarde y ya con la paciente en la habitación, el doctor explico que, la placenta se había resistido y parece que en el forcejeo de la extracción se había producido un desgarro.

-          Menos mal, xiquet. Si no llega a desmayarse, se queda desangrada  en la cama.

El padre, novato, joven e inexperto, pensó pero callo lo que había observado.

-          Las prisas y su cabreo, doctor. No fue la placenta, fue Ud. quien tiraba de ella para terminar pronto. 

Por la tarde las visitas, aunque la madre estaba para pocos parabienes.

Font d´Orxelles
La abuela paterna, con un vestido de lunares donde predominaba el rojo, se sentía felicísima. Cinco hijos y la primera nieta. La primera mujer en aquella casa de hombres.

Los abuelos maternos llenos de alegría. Era la esperada.

Hoy cumple veintinueve años. 

Hace un año que su padre, sus abuelos, sus tíos y sus primos paternos no la han visto. Pese a vivir en el mismo pueblo. Enmudeció y se hizo invisible.

De todos, sus abuelos son los que menos lo entienden.

Nada grave para nadie, pero que duele de manera especial en aquellos dos abuelos que durante un tiempo, cuando de soltera, la adoraban mientras ella comía sus platos preferidos y que su abuela cocinaba especialmente para ella.  En aquellos abuelos que a la entrada de su casa lucen la fotografía de una bella novia con ellos dos, el día de su boda, a la salida de su casa.

Su padre, le deseara muchos años más de vida y se hará a la idea que le están poniendo unos puntos en algúa herida.

Felicidades y por muchos años.


Javea/Xabia, a 3 de septiembre de 2013