«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

lunes, 7 de marzo de 2011

El tormento y el éxtasis.

En marzo de 2007, cojeando de mi pierna izquierda,  que después sería un diagnóstico de Parkinson, viajo a Roma.

Desde que tengo uso de razón había soñado en ir. Cuando estaba en el seminario de los franciscanos de Pego, en los años 1968 y 1969, el padre Vicente Herrero, estaba a Roma. Yo desde allí, le escribí una carta pidiéndole tarjetas postales.  Me envió una cantidad que ahora no recuerdo, pero con el mural que hice después en mi casa, calculo que serían 15 o 20 postales.

El padre Vicente Herrero, es mi amigo, aunque siempre en casa le considerábamos nuestro tío el franciscano. Mi madre fue su lavandera cuando él, desde Teruel, vino al seminario de Benissa. Hoy Vicente Herrero y yo compartimos algo en común. Compartimos la enfermedad de Parkinson. Nos vemos y nos contamos. Mas bien me cuenta, porque, los que le conocen ya saben, es un hablador sabio. Su cerebro con fallos en la sustancia negra como yo, no le afecta en sus vastos conocimientos. Creo que la Biblia la sabe versículo a versículo. Le estimo, con sus tarjetas, hizo redoblar mi pasión por Roma, que el viaje de marzo de 2007, acrecentó.

Entre las tarjetas que me envío habían del Vaticano, del castillo de Sant´Angelo, de la Plaza de España, de la columna de Trajano, de la Fontana de Trevi, del Foro, del Coliseo…. Dos de ellas llamaron poderosamente mi atención, se convirtieron en mis favoritas y en mi objetivo soñado.  El Panteón de Agripa (27 antes de C.) y La Piedad (1496) de Miguel Ángel Buonarroti, “Lo Divino”, (1475 -1564) .

En la tarjeta de La Piedad observé que, al dramatismo y el dolor lógico de la madre con el hijo muerto en sus brazos, Miguel Ángel, a sus veintitrés años, le había dando un toque distinto, transformó Nuestra Señora, en una mujer extremadamente joven, serena, y concentrada; y un Cristo que parece que esté dormido y sin muestras en su cuerpo de haber sufrido. Es la única obra que Miguel Ángel firmó: lo hizo en la cinta que cruza el pecho de Nuestra Señora.

Desde ese día, también fue Miguel Ángel, un objetivo de mi curiosidad.

Cuando estaba en el seminario de Benissa, en la biblioteca encontré la biografía de Miguel Ángel. Menos extensa que las actuales y censurada en algunos aspectos, la leí y me apasiono.  Miguel Ángel  empezó a ser para mí la perfección.

La Piedad se encuentra expuesta en la basílica de san Pedro del Vaticano, en la primera capilla entrando a la derecha. Es innecesaria esta explicación, ya que es un foco de atención para los visitantes. Un loco la emprendió a martilladas con ella, por eso se encuentra protegida detras de un vidrio grueso.

Leyendo su biografía descubrí, como he dicho, la obra del inimitable,  polifacético, del apasionado pintor, escultor, arquitecto…. No consegi entender, como en aquella época un hombre podía hacer tanto y tan variado. Me fascinó como se contaba la parte referida a la Capilla Sixtina. En esa obra el artista, dejó, parte de su vida.

Hoy, que cualquier cálculo se le encarga al ordenador, que proyectos e incluso pinturas, se hacen a base de programas especiales, cualquiera puede ser un creador de éxito. Se puede hacer cualquier cosa, pero la genialidad, ya es otra cosa.

La homosexualidad de Miguel Ángel, desmiente, que esa opción sexual sea, como algunos defienden, una enfermedad o un quiebra psíquica. La perfección de La Piedad, la belleza del David, la grandeza de la basílica de san Pedro del Vaticano, el equilibrio de la cúpula de san Pedro, el Moisés, la plaza del Capitolio y muchas otros, son la obra de un genio que la humanidad reconoce.

Y por ultimo, descubrí su obra poética donde reflejo sus afectos amorosos y sus dudas religiosas, «que se detenga este tiempo, estas horas, y el sol, la luz, sobre su rostro, y pueda yo sentir tu don completo, Señor mío, deseado desde entonces en mi cuerpo indigno que te abraza”, o  «Vuestro nombre me alimenta el corazón y el alma, y llena el uno y la otra de tan gran dulzura, que no siendo ni la tristeza ni el temor de la muerte desde que le tengo en la memoria»

Miguel Ángel “El Divino”, descubierto por el mí a finales de los años sesenta, nació hace quinientos treinta-seis años, (6-03-1475), en Caprese, en la Toscana Italiana.

1 comentario:

Marisa dijo...

Despues de leer esto, voy a buscar la biografía de Miguel Angel...me ha picado el gusanillo ;-)
Buen relato, como todos los tuyos.