Desde su terraza se divisa la llanura del Camp del Turia.
Arriba esta el cielo.
Inquieto y vital, fue
emprendedor de diversos negocios. La fortuna le sonrió y también le abandono,
pero él, visionario con los pies en la tierra, no cejó y transformo su última
apuesta, en el actual y aceptado negocio.
Y cuando el esfuerzo era compensado por el éxito el
“destructor” llegó.
Desde que Parkinson llegó, desde su terraza imagina y
ejecuta. Inventa y produce el prototipo. Mientras su cabeza imagina el ingenio
que esta naciendo entre sus manos, cavila qué y con que palabras redactara el
“No más injusticias”.
Comprometido en hacer ver a las autoridades los errores en que incurren, a costa de situarse en la libreta de ciudadanos quisquillosos, va haciendo constar cada “injusticia”, bache, tropezón o incívico comportamiento de los dueños de los perros, a la hora de recoger sus deposiciones.
Durante cuatro días soy su huésped, y me trata como a un
hermano.
Tempranito, ya se sabe nuestro "tempranito", cuando abro el
correo, ya me ha remitido la referencia del día anterior, reflejada en su
diario. Y me dice:
-
Si le pones las fotos quedara cojonudo.
Y claro, como no, selecciono las que mas me gustan, las
ubico en el texto y le renvío la nueva edición de su diario, esta vez,
ilustrado con instantáneas que le van bien a su texto.
Nos separa una fina pared, pero actuamos como si
estuviéramos a 120 kilómetros.
Y esa distancia, en un momento no es nada, porque se abre la
puerta y aparece despejado y a punto. Listo para tomar el café con leche y las
pastas en el Horno La Virgen. El primer día, cuando aun los de la limpieza
están sacando brillo a las calles del centro, subimos al Monasterio de San
Miquel. Desde ese punto se divisa la llanura del Camp del Turia. Y en ese
momento, cuando llegamos, una salida de sol magnifica y extraña para mí,
acostumbrado a verlo salir desde el horizonte del mar.
De repente,
-
¿Vamos a Sagunto y almorzamos con Tomas?.
-
¿Tardamos mucho?-
-
Media hora.
-
Vamos pues. Le llamamos, no sea que tenga uno de
sus múltiples compromisos.
Quedamos. Peripecias para coincidir. Almorzamos. Aparece el
pk y me da la lata un buen rato.
Pilar me explica su filosofía de vida.
“Ella es primero, ya que nadie la quiere más que ella a si
misma. Los demás nos quieren, pero lógicamente después que a ellos mismos”.
De vuelta, por la noche, en el parque, con un helado del veneciano de
la Picola Venecia, charlamos. Nos confesamos.
Recuerdo que por la tarde en el club de billar, he notado que su pk le había
visitado. Pero un rato de riego de plantas en la terraza, antes de cenar,
relaja y mejora los síntomas.
En el parque estamos pues,
dos adultos, con su pk, y una
vida por delante.
Los desayunos del Horno La Virgen, se repiten. Somos como
los frescos del barrio, casi abrimos los bares. Relajo, paseo.
Comida en la mesa familiar.
Billar. Videoconferencia, desde las alturas, con Tomas y sus
“jodidos granos”. En las alturas de la terraza.
Cena en la mesa familiar.
Cena en la mesa familiar.
Un día ON.
Me voy. Me entrega las hojas del diario de los tres días.
Leo el final:
Y a mano:
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