«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

viernes, 26 de abril de 2013

El Municipal.



Pepe y Maria
Recuerdo que hace tiempo, cuando aún era un crio, un hombre larguirucho y afable, vestido de “municipal”, iba abriendo paso a cualquier desfile, fuera de la banda de música, del entierro de un paisano, de los festeros y la corporación ó de Pere Bigot y sus montajes fantásticos.

Vivía Pepe Ferri “el municipal” en lo que hoy es la Casa Consistorial y que por aquel entonces se llamaba el Santo Hospital, porque en su tiempo cumplió esa función.
Pepe Ferri, cercano, obsequioso, dispuesto y llano, es mi primer recuerdo de un Policía Local. El segundo es el tío Pepe “Pinos”, serio a primera vista, pero ocurrente, ameno, sensato y servicial.

Ambos dos no fueron a la escuela de policía, y a la de la niñez escasamente,  pero eso no fue obstáculo para ejercer su función, ni para los que durante los años 70 se fueron incorporando a la plantilla de la Policía Municipal de Benissa.

Los miembros actuales de la Policía Local, obtiene una formación que les prepara como nunca para su función. No obstante, a mis viejos conocidos “municipales”, la falta de esa formación no les resto, para nada, la eficacia y celo en su trabajo.

Viene a cuento este recuerdo por la inquietud y opiniones que observo y escucho, sobre la actuación de la Policía Local en la actualidad.

Entiendo que a la Policía Local, el benissero debería  reconocerla como un grupo de personas dispuestas a prestar ayuda, a crear un clima de confianza y cercanía, a considerarlos protectores y apoyo seguro en su devenir diario.

Y no es así. La opinión general, no es favorable. El ciudadano observa a personas uniformadas que en vez de crear confianza, mantienen una distancia fría y en ocasiones autoritaria. No los reconoce como prestadores de ayuda, no se les ve paseando por las calles, y cuando se ven es montados en los vistosos y siempre renovados vehículos policiales.

No, no es cierto. Hay una excepción. Se les ve en la función de controlar el paso de los alumnos a los distintos colegios. Pero no por ello, se les considera más cercanos.

Nadie pone en duda que las funciones de la Policía Local, entre otras, es velar y hacer cumplir las normas que para la convivencia humana se han dictado. No cabe duda que aquellos que cumplen dicha función, y más en los tiempos actuales, deben mantener una actitud firme y seria. No obstante, no están reñidas con una actitud cercana y asertiva. 

La asertividad traducida en: evitar una contestación seca y malcarada a una pregunta de un ciudadano educado y un poco asustado. Los aparatosos despliegues, “made in” Guardia Civil. La imposición de multas, en ocasiones, por infracciones fácilmente perdonables, y sustituibles por una educada y aleccionadora amonestación, evitando amargar la vida a un parado o persona con pocos recursos. La comunicación, la actitud y pose personal menos chulesca o de film hollywoodense  de serie B.

No es mi intención devaluar el trabajo del colectivo, antes bien, persigue mi opinión la de dar a conocer una opinión generalizada.

El corporativismo que se observa, permitido y fomentado en ocasiones por los políticos, ha provocado que algún miembro se viera forzado al traslado por la presión de sus propios compañeros. Que sus reivindicaciones laborales, justas o no, defendidas en principio dentro del conjunto de empleados públicos, se negocie por separado y con resultados positivos solo para el colectivo policial. Que la actitud hacia algún ciudadano (la policía conoce muchos datos e intimidades) pudiera rozar el acoso o chantaje. Que la dedicación de algunos miembros a las funciones sindicales, es, las más de las veces, aprovechada para fines diferentes a la acción sindical.   

Pasado el tiempo y reflexionando, el resumen o conclusión podría enunciarse así: 

El Policía Local tendría que ser un personaje querido y accesible. De palabra educada, y firme cuando la ocasión lo requiera, pero no chulesca. Visible en la calle, cercano. Un policía a pie de calle. Justo, ecuánime y comprensivo. Dirigir su malestar laboral hacia sus jefes naturales, y nunca cargarlo sobre el ciudadano en forma de celo laboral, como presión hacia el político, pues al final queda la opinión generalizada que trato de exponer.

Y unas preguntas: ¿Quién es el defensor del ciudadano frente a una actuación policial?. ¿Quién dilucida un conflicto?. ¿Quién?.

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