Estos días he visitado una gran ciudad, a la que le podemos dar el nombre de Cali. Tiene una población de casi tres millones de habitantes y el 25% de la población es pobre.
Al entrar en la ciudad, prejuzgué
y acerté. Vaya desastre. Pero, una cosa es la pobreza de las personas y otra, la
desidia, el abandono, el mal gobierno, la desatención, etc. de aquellos que tienen la responsabilidad en la
dirección municipal, por mantener la ciudad limpia, transitable, salubre,
segura.
La entrada a la ciudad no se
anuncia, aunque sea una entrada secundaria. En ella nos encontramos un acceso,
presuntamente en obras, no señalizado y sin una adecuada información. Vemos a
un joven con una pala tapando los inmensos baches, y pidiendo una limosna por un trabajo inútil,
por lo imposible e interminable que es su ocupación. El caos es tal que, nadie
respeta semáforos, la conducción es una verdadera carrera de obstáculos
para evitar los exagerado baches de la calzada, o el tránsito de bicicletas o
carricoches en dirección contraria.
Si dejar el vehículo en la calle
es de un atrevimiento total, no lo es menos encontrar un “parqueadero” donde resguardar el vehículo, el cual ofrece más dudas que si se quedara en la calle, de la pura visión de
chatarrería.
Desplazarse desde la ubicación del vehículo a la vivienda, es un esquivar continuo de charcos, fango, escombros, basura, vehículos, motos, perros. Y si por el camino cruzamos un puente, e inocentemente creemos que es un barranco o rio por el que discurren las aguas de las últimas lluvias, alguien nos dice que no, no es agua de lluvia. Son las aguas negras. El alcantarillado al aire libre. La mierda y el mugre a la vista y aireado, para dar un perfume a la ciudad.
Desplazarse desde la ubicación del vehículo a la vivienda, es un esquivar continuo de charcos, fango, escombros, basura, vehículos, motos, perros. Y si por el camino cruzamos un puente, e inocentemente creemos que es un barranco o rio por el que discurren las aguas de las últimas lluvias, alguien nos dice que no, no es agua de lluvia. Son las aguas negras. El alcantarillado al aire libre. La mierda y el mugre a la vista y aireado, para dar un perfume a la ciudad.
Un consejo, debo guarda el
celular y la cámara de fotos, no es un barrio peligroso, pero esas precauciones
deben ser generales en toda la ciudad.
Las aceras son un verdadero campo
de pruebas para la atención y reflejos del transeúnte. Chiringuitos y
carromatos, charlatanes y limosneros, baches, arquetas de registro sin tapa,
cables de soporte de postes, escombros y mierdas de perro.
Junto a todo ello, un centro
comercial recién inaugurado, con tiendas de ropa y de telefonía móvil.
Supermercados repletos de clientes y empleados solícitos. Bancos esplendidos
con colas kilométricas en cajeros automáticos y en las cajas del interior.
Guardias de seguridad privada en cada establecimiento. De todo lo visto, los
bancos son los que lucen mejor presencia. Claro, es donde está el dinero.
En la calle unos críos jugando al
futbol, otros reparando una moto, pintando a pistola un cuadro de bicicleta,
trapicheando algún producto indeterminado, casi seguro no legal. Las fachadas
de las viviendas son un retrato del nivel de pobreza de sus habitantes. También
lo son los sonidos que se perciben, un anuncio del estado de degradación
humana.
Si la autoridad municipal, no
tiene ojos para ver su ciudad y sus habitantes. Si la autoridad municipal se
preocupa solo de asegurar su poltrona. De percibir la indemnización por su dedicación.
De mantener contentos a los lobbys que controlan el poder con su dinero y sus
propinas (sobornos), la mierda seguirá corriendo por la cloaca a cielo abierto,
repartiendo el nauseabundo olor a corrupción de aquellos en los que la gente
pobre confía.
Todo lo anterior, en mayor o menor
medida es aplicable a cualquier ciudad o pueblo de nuestro entorno. No solo hay
que mantener y remozar el centro histórico. O no invertir nada para cuadrar
presupuestos. Los barrios y calles extrarradio y las urbanizaciones merecen el
mismo trato e inversión. Allí viven personas pobres, a las que ese abandono les
hace más pobres. O allí viven gentes que están de paso, turistas, que dirán y
calificaran a las gentes de la ciudad visitada, llamémosle Cali, Valencia o
Benissa.
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