En una sala
de espera, repleta de gente, uno puede distraer los nervios ante la escasez de
noticias del estado del familiar, a quien, en esos momentos están interviniendo.
Durante las largas horas, se ha preguntado por su estado, y mejor dejar ese
asunto, ya que las respuestas son parcas, o son de tan poca gracia que disuaden
de seguir en ese sentido. La amabilidad, aquí, se quedó en la puerta de la
calle.
En la sala
un abanico de tipos humanos, altos, bajos, gordos.....
La monjita
aunque mayor, parece moderna. Algunos la calificarían de sor Citroën o monja yeyé,
o sea, al modo de Gracita Morales. Mantiene
conversación con cualquiera que se le ponga a tiro. Ups!!!. Aaag!!!. Perdón, a cualquier hermano que este
cerca.
El policía
nacional, joven y totalmente transportado a la, por ejemplo, galaxia RGT-234,
mediante la aplicación instalada en el móvil. Lo han llamado dos veces y sus
vecinos de sofá le han zarandeado para avisarle de la llamada, con la voz de
hartura, de la enfermera.
-
Señora, por favor, me podría informar del estado de mí. ......
Allí, en
medio del pasillo, con los brazos en posición petitoria de información está el
pariente. La enfermera (o señora de la limpieza?) da media vuelta y allí queda
el familiar con los brazos aun abiertos.
Sera que no ha terminado el rezo del padrenuestro?.
El señor de
los dos teléfonos, parece un campesino cazurro, pero no sé. Se desenvuelve
bastante bien. Aunque se le nota vergonzoso, no habla, no pregunta, solo
escucha, está atento.
Un joven,
muy joven, está hablando con su madre.
-
- Ma. Ella es
la culpable. Yo le dije que bien. Ella se empeña en que somos jóvenes.
Se aleja y
baja el tono. Le sigo con la mirada, habla y los ademanes son enérgicos. Está
enfadado.
No me había percatado
antes, hay una viejecita en silla de ruedas, extrañamente, cara a la pared.
Observo .. ¿Quién esta con ella?. ¿Es la
paciente?. Pasan unos minutos y se le acerca
un hombre de mediana edad y una adolescente. Estaban a mi lado preguntando por
alguien que hay dentro. Da cabezazos. Afirmando. El hombre se estira, inspira de forma
ostensible y se dirige al mostrador. Al cabo de un momento aparece de por el
pasillo, al que un cartel anuncia como maternidad, alguien con pinta de médico,
pero sin bata.
Hablan. El
presunto médico tiene un tono de voz audible.
- -
Está en
observación. Tendremos que consultar con el psicólogo. Está estabilizada y
tranquila. Si quieren pasar …. Pueden. Se queda esta noche.
En la sala
solo puede estar un acompañante por paciente. En este caso, no es así. Deduzco
que los que están son, la viejecita de la silla de ruedas, es la abuela, la
hermana y los padres. Cuando sale la madre, lleva una bolsa con pepitas rosa, y
se lo muestra a la abuela y hermana.
Concluyo que son pastilla y el diagnostico, sobredosis.
Deduzco que
el padre es un tipo influyente. Su situación en la “sala de espera” es del todo
irregular. Cuatro acompañantes. Pueden entrar en la sala de reanimación. Pueden
ver al paciente. Y hasta entran de dos en dos.
Son las seis
de la tarde. Hace diez horas que la llamaron. En esas horas, a penas la información
que se le ha suministrado es:
-
Está bien, en
reanimación. No hay habitaciones. Estamos pendientes de que se desaloje alguna.
No puede entrar en la zona de reanimación.
Se asoma por
la puerta de cirugía, ¿una enfermera?, ¿señora de la limpieza? …
- -
Por favor,
me podría….
-
- Soy
cirujana, no tengo información señor …
Otra vez me quedo
con lo brazos en posición petitoria.
Ya no
observo nada. La zona cerebral reivindicativa empieza a caldearse.
-
- Señores !!!.
No hay habitaciones. Los pacientes se quedaran esta noche en la sala de reanimación.
Ahora por la puerta del fondo del pasillo les irán llamando para que puedan
despedirse de su familiar. Mañana a la siete y media podrán venir y les daremos
detalles de la situación. Gracias.
Detrás de
aquella puerta me encuentro con una camilla, en ella yace, pálida y quejosa, la
persona motivo de divertido día en la “sala de espera”.
Es el
principio de un pasillo, a media luz, la bombilla que ilumina ese tramo está
apagada. Al lado una puerta con un cartel, “cuarto sucio”. En la pared una
sombra oscura. Me acerco. Una abeja. Está pegada y muerta.
Para relajar
el malestar, digo:
- Habrá que
llamar a la ambulancia. Presiento que tendrás que dormir con un insecto.
- -
Sanidad para
todos.
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