«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

domingo, 25 de mayo de 2014

SALA DE ESPERA



En una sala de espera, repleta de gente, uno puede distraer los nervios ante la escasez de noticias del estado del familiar, a quien, en esos momentos están interviniendo. Durante las largas horas, se ha preguntado por su estado, y mejor dejar ese asunto, ya que las respuestas son parcas, o son de tan poca gracia que disuaden de seguir en ese sentido. La amabilidad, aquí, se quedó en la puerta de la calle.

En la sala un abanico de tipos humanos, altos, bajos, gordos.....

La monjita aunque mayor, parece moderna. Algunos la calificarían de sor Citroën o monja yeyé, o sea, al modo de Gracita Morales.  Mantiene conversación con cualquiera que se le ponga a tiro. Ups!!!. Aaag!!!.  Perdón, a cualquier hermano que este cerca. 

El policía nacional, joven y totalmente transportado a la, por ejemplo, galaxia RGT-234, mediante la aplicación instalada en el móvil. Lo han llamado dos veces y sus vecinos de sofá le han zarandeado para avisarle de la llamada, con la voz de hartura, de la enfermera.

-  Señora, por favor, me podría informar del estado de mí. ......

Allí, en medio del pasillo, con los brazos en posición petitoria de información está el pariente. La enfermera (o señora de la limpieza?) da media vuelta y allí queda el familiar  con los brazos aun abiertos. Sera que no ha terminado el rezo del padrenuestro?.

El señor de los dos teléfonos, parece un campesino cazurro, pero no sé. Se desenvuelve bastante bien. Aunque se le nota vergonzoso, no habla, no pregunta, solo escucha, está atento.

Un joven, muy joven, está hablando con su madre.

-        -  Ma. Ella es la culpable. Yo le dije que bien. Ella se empeña en que somos jóvenes.

Se aleja y baja el tono. Le sigo con la mirada, habla y los ademanes son enérgicos. Está enfadado.

No me había percatado antes, hay una viejecita en silla de ruedas, extrañamente, cara a la pared. Observo ..  ¿Quién esta con ella?. ¿Es la paciente?.  Pasan unos minutos y se le acerca un hombre de mediana edad y una adolescente. Estaban a mi lado preguntando por alguien que hay dentro.  Da cabezazos. Afirmando.  El hombre se estira, inspira de forma ostensible y se dirige al mostrador. Al cabo de un momento aparece de por el pasillo, al que un cartel anuncia como maternidad, alguien con pinta de médico, pero sin bata.
Hablan. El presunto médico tiene un tono de voz audible.

-       -    Está en observación. Tendremos que consultar con el psicólogo. Está estabilizada y tranquila. Si quieren pasar …. Pueden. Se queda esta noche.

En la sala solo puede estar un acompañante por paciente. En este caso, no es así. Deduzco que los que están son, la viejecita de la silla de ruedas, es la abuela, la hermana y los padres. Cuando sale la madre, lleva una bolsa con pepitas rosa, y se lo muestra  a la abuela y hermana. Concluyo que son pastilla y el diagnostico, sobredosis.

Deduzco que el padre es un tipo influyente. Su situación en la “sala de espera” es del todo irregular. Cuatro acompañantes. Pueden entrar en la sala de reanimación. Pueden ver al paciente. Y hasta entran de dos en dos.

Son las seis de la tarde. Hace diez horas que la llamaron. En esas horas, a penas la información que se le ha suministrado es:

-        Está bien, en reanimación. No hay habitaciones. Estamos pendientes de que se desaloje alguna. No puede entrar en la zona de reanimación.

Se asoma por la puerta de cirugía, ¿una enfermera?, ¿señora de la limpieza? …

-        -   Por favor, me podría….
-        - Soy cirujana, no tengo información señor …

Otra vez me quedo con lo brazos en posición petitoria.

Ya no observo nada. La zona cerebral reivindicativa empieza a caldearse.

Pasa una hora. Las siete. Aparece una enfermera nueva.

-        -  Señores !!!. No hay habitaciones. Los pacientes se quedaran esta noche en la sala de reanimación. Ahora por la puerta del fondo del pasillo les irán llamando para que puedan despedirse de su familiar. Mañana a la siete y media podrán venir y les daremos detalles de la situación. Gracias.

Detrás de aquella puerta me encuentro con una camilla, en ella yace, pálida y quejosa, la persona motivo de divertido día en la “sala de espera”.

Es el principio de un pasillo, a media luz, la bombilla que ilumina ese tramo está apagada. Al lado una puerta con un cartel, “cuarto sucio”. En la pared una sombra oscura. Me acerco. Una abeja. Está pegada y muerta.

Para relajar el malestar, digo:
          -   Habrá que llamar a la ambulancia. Presiento que tendrás que dormir con un insecto.

-       -  Sanidad para todos.

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