«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

martes, 16 de enero de 2018

Temblor

Ha temblado la tierra. De hecho, según me cuentan, todos los días  hay temblores. La tierra aquí está en plena pugna. El choque de la placa tectónica de Nazca y la placa Sudamericana pugnan una contra la otra.

No me entero. A las mil me doy cuenta que lo que he notado era un temblor y no un pequeño desvanecimiento o un recordatorio de mi Parkinson.

En algún momento, cuando se siente temblar, es un camión o una máquina que pasa por la calle. De hecho, aquí en Cali, entre el ruido de maquinarias y vehículos además del ambiente musical, provocaran, creo yo, que la Tierra cualquier día se salga de su eje, o de su órbita y salgamos lanzados al espacio negro y oscuro.

No cabe duda que aunque la tierra hace miles de años que está en constante ebullición, su equilibrio no está diseñado para aguantar las barrabasadas que realizan unos seres ínfimos, mínimos.

Esos seres mínimos, los humanos vamos a ser los que nos desharemos de nosotros mismos. Aunque por naturaleza soy optimista, no dejo de alarmarme por lo que veo, oigo y siento. Y me alarmo más cuando veo que pocos piensan que sus acciones o actuaciones son extremadamente peligrosas.

Hace tan solo unos años, la “Capa de Ozono” era el tema estrella en los noticiarios, las tertulias, incluso en el trabajo, el bar a la hora del aperitivo, en casa ……

Me pregunto, después de pasados unos cuantos años,  porque ha dejado de ser noticia. O porque ha dejado de ser una prioridad. O ha dejado de ser un motivo para catequizar a la gente.

Si el peligro ha aumentado, porque ese silencio?. Si se mantiene o se ha conseguido detener, porque ese silencio. Solo, y digo que soy optimista, me cabe pensar que la cosa anda desbocada, que no hay remedio y se ha llegado a la conclusión que se hace lo que se puede, vamos al desastre, pero los actuales residentes no seremos quienes suframos el desastre, la mutación, o sea lo que sea que se produzca. Sera un proceso lento, o no, está por ver. Me temo que las generaciones futuras, a los que hemos vivido entre los años 1890 y  2000 nos calificaran, como mínimo de Barbaros Irresponsables. A nosotros nos ha tocado el papel,  a la vez, de destructores y  pioneros en la lucha por la salvación del hábitat.

Al finalizar un año, solemos volver a vista atrás, y hacemos un repaso de lo acontecido. Valoramos qué de positivo hubo y que ha causado que otros proyectos no llegaran al final. Este repaso nos sirve para lanzar promesas de regeneración de nuestro devenir en el próximo año.

El próximo año, para mi será un hito, ya que “hará 20 años que decía que hacia 20 que tenía 20 años”.

Seguiré viviendo sobre un volcán, en Cali, y con mis terapias en la Fundación Parkinson de Colombia. Sin duda con lo poco que hasta ahora llevo aquí, he sentido algo muy importante. Acogida cálida. Camaradería. Complicidad. Ritmo. Simpatía y Alegría.
 Y voy a pensar como los caleños. El baile es su pasión,  la rumba y  la salsa con su frenético movimiento de pies, serán mi asignatura de obligado cumplimiento. Así, si la Tierra tiembla, no cabe pensar otra cosa que es la vibración de la música que suena en la calle, en cada terraza, o en el interior de una casa, que aun con las  ventanas cerradas, las atraviesa  y expande su melodía en el día, y sobre todo en la noche caleña.

En las noches de sábados y domingos  como si de una competición se tratase, en cientos de lugares de la ciudad, la mezcla de letras, y decibelios de música, actuaran como un sortilegio sobre los caleños por su pasión por la vida.

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