«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

miércoles, 6 de marzo de 2013

EL CENTRO DEL UNIVERSO.



Si estos días estoy intranquilo, es por varios motivos. Unos son personales, y a estos, el tiempo los hará viejos y otros vendrán que los borraran.

La otra intranquilidad tiene varios nombres, y son,  Benedicto XVI, el Rey Juan Carlos, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, Iñaki Urdangarin y Luis Bárcenas.

En medio de estas intranquilidades, llevo unos días pensando en Nicolás Copérnico (1473-1543). Copérnico  era un polímita: matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista polaco del Renacimiento, que formuló la teoría heliocéntrica del Sistema Solar.  Su libro, De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), es una pieza clave en lo que se llamó la Revolución Científica en la época del Renacimiento.

Poner en tela de juicio que el hombre está en el centro del Universo para contemplarlo, significa ir en contra del más grande de los ideales: el de la contemplación por parte del hombre de la majestuosidad de los cielos hechos por Dios.

A partir de Copérnico la idea es que el hombre está gobernado por su Razón, que será la facultad del ser humano que hace que tome parte en el ordenamiento del Universo. Así el hombre pasa a ser un ser autónomo que basa dicha autonomía en su capacidad de raciocinio. La razón humana puede ahora apoderarse de la Naturaleza: dominarla y controlarla. Así el hombre deja de ser el centro físico del Universo para convertirse en el centro racional del Universo.

El 5 de marzo de 1616 la Iglesia Catòlica condena el libro de Copèrnico que contiene sus teorias astronómicas.

La lectura de los trabajos de Copérnico y su revolucionaria obra, parece que no ha llegado al general de los hombres, pero más aún, no va con aquellos que por diversos motivos ocupan lugares destacados en la sociedad actual.

He destacado cinco nombres, aunque son muchos más. Me atrevo a decir, que todo aquel a quien se le ha investido de autoridad o representación, por lo general, se cree con la suficiente capacidad intelectual y moral sobre aquellos a quienes deben su puesto.

Los investidos, representantes del pueblo, viven en la época del pre-Renacimiento, pues se creen el centro del universo, cosa que desmontó Copérnico.  Su raciocinio no llega más allá de interés propio, del desapego, la insensibilidad y el desprecio de sus confiados representados.

La renuncia del Papa, no explicada, pero con un trasfondo de corrupción dentro de una de las instituciones que más ejemplo debía de ofrecer.

La peligrosa cercanía de Iñaki Urdangarin con sus turbios negocios, con el Jefe del Estado, y que ha dado pábulo a que se produzca la apertura del melón, a cuenta de su relación con la princesa Corina, y en el que los programas del chismorreo tienen carnaza, y que han demostrado pocos escrúpulos en otros tiempos.

Y Bárcenas ganando dinero a costa del nombre del PP y repartiendo alegremente sobres con gratificaciones entre miembros del actual gobierno.  Gratificaciones, a su vez, que han venido de donaciones de empresas con intereses de obras y servicios con la administración pública.

Ellos, dinero, lujo, y “más me merezco yo”. 

Nosotros, opresión, prepotencia y miseria. 

¿Donde estan los jueces valientes? . ¿En el centro del Universo?.

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