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De Benissa y hablando de calas de otros
pueblos.
Sí, es verdad, algún día serán las de Benissa, en ello estoy
trabajando.
Estos días, llegados los primeros calores, y haciendo
rutas de senderismo (ejercicios recomendados), he visitado y disfrutado de una
estancia placida y relajante en tres bellos rincones de nuestra costa. La cala
de La Granadella (Xabia), la cala de Moraig (Benitatxell), y la cala Llebeig (Benitatxell – Teulada-Moraira).
Cala Granaella |
Decidir llegar a la
Cala Granadella, una de las más bellas, tranquilas y azules de la Costa Blanca, me propongo una caminata
desde el depósito de agua por el antiguo camino a la Granadella. Allí, al comienzo del camino en un tinglado de madera, se
encuentra un observatorio de vigilancia forestal. Me es conocido el lugar, en
diversas madrugadas he tomado fotografías a la salida del Sol.
Cala Granaella |
Por caminos forestales,
con vegetación arbustiva, poco
arbolado, si acaso, un pino aquí otro allá, debido a un incendio hace ya
unos cuantos años, vamos a buscar el mismo barranco de la Granadella. La verdad
es que si no fuera por el premio final, la visión y disfrute del paraje, la
caminata se hace un poco larga y pesada
para novatos.
La cala, aunque de cantos rodados, es un paraíso. La
tranquilidad, limpieza y distintos tonos de azul, hacen que la estancia en ella
produzca efectos balsámicos para el agotado senderista.
Visitadla.
Cala Moraig |
Al paraje de la Cala
de Moraig se accede por un vial con un desnivel respetable. El acceso es
artificial, para ello se hizo un corte en el terreno, pues hasta entonces de
pocos era conocida. El privilegio lo tenían los pescadores y aqullos atrevidos
que por las noches intentaban recolectar delicias en el mar desde las
peligrosos y arriesgados acantilados, en “les Peixqueres”.
Les Morres de la Llorença |
En la cala está la famosa “Cova dels Arcs”, es la
desembocadura de un rio subterráneo de misterioso trazado y procedencia. Es una
tentación para buzos espeleólogos, que exploran dicho capricho natural, ya que
según parece no esta exenta de peligrosidad, siendo prueba de ello algún caso
trágico.
La playa, semi-nudista, azul y tranquila, es un pequeño
paraíso al que no todo el mundo consigue acceder. El laberinto de calles de la
urbanización, a veces puede llevar al visitante a la desesperación.
El chiringuito, bien surtido, puede ser un buen final
para un día en el Paraíso.
Cala Llebeig |
A la Cala Llebeig
se puede llegar, solo, caminando. Dos son las rutas de acceso, una espectacular
(la vista de les Morres) y la otra más corta y sin aliciente paisajístico.
Desde que mi amigo Vicente Catalá me descubrió el lugar, siempre que voy me
recuerda, no sé porque a la novela de Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del
mundo.
Vicent Catala i Lluna |
De las tres calas, esta es la más tranquila, de aguas más
trasparentes y de distintas tonalidades de azul. La dificultad en el acceso y
el desconocimiento general de su existencia hacen de ella un rincón magico.
Pero curiosamente podríamos decir que es la única
habitada de las tres. Se da una curiosa variante, existen unas construcciones,
a las que podemos considerar semi-cuevas, donde los “Pobleros” de generación en
generación han ido mejorando y que usan como almacén y refugio ocasional.
La aficcion
tradicional de los del Poble Nou de Benitatxell al mar queda patente
en esta Cala Llegeig.
La aficcion
La paella |
Es una gozada sentarse en una mesa, bajo una sombra, a
escasos 20 metros del mar. Delante, diversas productos que se han “chorrado” de
madrugada por los hermanos Catala.
José María limpiando un “congre”, lavándolo
con agua de mar.
Y Vicente preparando la paella, porque eso es cosa suya.
Los aperitivos con sabor, la paella con color, la bebida con frescor y una tertulia placida
y alegre despejan esa idea de parecidos con la novela de Vargas Llosa.
Feliz verano !!!.
Felices vacaciones !!!.
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