«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

lunes, 21 de abril de 2014

El agua y los recuerdos de mi niñez.

(Publicado al Libro de Fiestas de la Purissima Xiqueta de 2014)


La fuentecita de Fray Humilde.

En la fiesta del Corpus del Convento el que se llevaba la palma era un montaje que hacía un hermano lego mendicante franciscano que se hacía llamar Fray Humilde (nada que ver con el Fray Humilde Soria Pons). Era un personaje muy especial para la chiquillería de la Costereta del Convento, aparecía y desaparecía periódicamente, Benissa no era su residencia habitual. En cualquier época traía un viejo y raso hábito franciscano, sandalias sin calcetines y un saco a las espaldas del mismo color que el hábito. Cuando lo veíamos subir por la Costereta, andando despacio, como arrastrando los pies, la cabeza un poco de lado, cansado, salíamos en tromba. Él tocaba nuestras cabezas, sonreía y repartía caramelos.

Su aparición me transportaba a la fiesta del Corpus del Convento. Su montaje acuático era la atracción máxima de la fiesta, esto si, sin contar la procesión. Faltaría más!... Un pueblo tan religioso y procesional como Benissa.

El montaje consistía en una paradeta como las del mercadillo. Lo adornaba con unas macetas con las plantas que los frailes tenían en el patio del claustro. En el tinglado,  había, me parecía a mí, dos sombreros mexicanos al revés. De dentro de cada sombrero salía un hilo de agua, de una altura de ptreinta o cuarenta centímetros. Los hilos de agua con su fuerza mantenían dos pelotitas (como las de ping-pong), en lo alto  y en equilibrio. La gente, y sobre todo la chiquillería, estábamos todo el dia encantados mirando cuánto tiempo podían aguantar en lo alto del hilo, y cuando caían, y volvían otra vez a subir (no era menos admirada aquella remontada al alto), otra vez se renovaba la expectación sobre la pelotita y su baile con el agua.

Pero no solamente disfruté de esa atracción de Fray Humilde puesto que él era un hombre del agua. Mi proximidad al Convento y mi interés por él, me proporcionó el privilegio de saber y conocer, por primera vez, que por debajo de nuestros pies, por el interior de la tierra corrían ríos de agua, y que algunas personas tenían poderes para marcar esas corrientes subterráneas.

A principios de los años sesenta, aquel hombre traía un péndulo de metal con una cadenita, todo esto de color gris. Hoy son dorados, parecen de oro.  Con el péndulo marcaba el lugar y la direccion de la corriente, y además traía una varilla (de olivo, creo) en forma de “Y”, con la cual marcaba la importancia de la corriente. Para reforzar mi convencimiento, ponía en mis manos los instrumentos y me acompañaba en el reconocimiento. Por casualidad, también yo tenía poderes, porque marcaba la localización del río, en el mismo punto que Fray Humilde.

Recuerdo muy bien los dos puntos principales donde las corrientes eran importantes; uno estaba localizado en la puerta de la Iglesia del Convento y el otro donde, hoy en día es el Colegio Pare Melchor Infantil, solar que entonces era propiedad de los frailes. 

Yo no sé si en aquellos momentos creía el que él decía, pero, viendo el que hacía con las pelotitas, para mí aquel hombre tenía algo mágica.

Casi quince años después, otro hombre, Manuel Torres Llopis de Benichembla, a quien  dedicaré un capítulo propio en la historia del agua de Benissa, hacía lo mismo que Fray Humilde.

Yo había crecido y ya había perdido la edad de la inocencia. Era más incrédulo y escéptico sobre muchas cosas, y esta era una de ellas. Hacía tiempo que las pelotitas del Corpus del Convento no mantenían el equilibrio, no estaba Fray Humilde para infundir su magia.

Y en el rincón de la Placita del Convento.

Y en el rincón de la Placita del Convento, donde Fray Humilde instalaba la fuentecita del Corpus,  había una puerta, la puerta daba a la era de Feliu. La finca de José Antonio Ortenbach Feliu. De la finca, hoy, sólo queda la casa, el resto era lo que hoy son los edificios y calles, Mosen Fco. Cabrera, Joan de Joanes, Enric Valor y Gabriel Miró.

El encargado de la finca era el "tio Pere Feliu”, Pedro Font Tur (padre del difunto Pere Font, compañero de trabajo). En la finca tenían de todo, por eso era una tentación entrar a probar alguna de las frutas que aquellos árboles tenían allí “hechándose a perder”, puesto que los "señorets" sólo venían en verano.

Alberto Martí Ivars, que era pastor de ovejas y cabras, tenía el corral allí mismo, detrás de aquella puerta, ocupando un lugar detrás de un riurau largo. había un abrevadero, que se llenaba de un pozo artesiano que había. Era un gozo ver como salía el chorro de agua y como las ovejas y cabras bebían con avidez, antes de irse a rumiar al corral toda la hierba que habían ramoneado durante el día, por los bancales de la finca y otras del término. Asustar las cabras y no dejarlas abrevar a gusto era otro de los juegos.

No sé qué clase de cierre tendría la puerta, pero nosotros entrábamos por allí como sí fuera nuestra casa. Bien, posiblemente era que nosotros pensábamos que todo era nuestro. Podíamos coger las frutas que nos apetecieron, echar piedras dentro del bebedero y algún entuerto más.

Pero, cómo he dicho, el "Tio Pere Feliu”, que por curiosidad os digo, tenía un ojo de vidrio, no tenía otro trabajo que el de perseguirnos hasta un poco más allá de la feliz puerta. Alberto y el "Tio Pere", tenían que estar hasta los mismos.......... de la plaga de chavalería que tenían de vecinos.

Yo siempre, después de un episodio de persecución del "Tio Pere", estaba muy asustado, porque pensaba que él, cuando pasara con el capazo al hombro, por delante de mi casa, le contaria a mi madre las burlas y fechorias. Pasaba el hombre, y no decía nada y otra vez, al día siguiente, a las mismas, entraba y veía el chorro de agua del bebedero, volvía a coger aquellas frutas que la temporada traía, asustaba las cabras y ovejas y sufría la persecución del "Tio Pere".

Que mejor diversión que esta de alto riesgo, pensábamos nosotros, la cuestión principal era cabrear el "Tio Pere" y si nos llega a coger, el bastón que llevaba habría dejado más de una marca, pero esto, que yo recuerde, nunca pasó.

Las "fontanelles" del camino viejo de Xaló.

Cuando se producía un episodio de lluvias, como el que ahora denominamos “gota fría”, a la cabo de unos días surgían las "fontanelles". Los niños de la Costereta del Convento, íbamos al camino viejo de Xaló, entre la muralla del "Tio Pere" y lo que eran las porquerizas de los frailes, donde hoy en día, qué cambio! ... se ubica el Colegio Pare Melchor Infantil. Aquel camino no estaba asfaltado cómo está hoy. Cómo es un camino con mucha pendiente, estaba en un estado deplorable para transitar por él, aunque en aquellos tiempos, no hacía falta un camino plano como un espejo, puesto que los vehículos de aquella época no tenían los zapatos y las ruedas tan sofisticadas como ahora.

Dejábamos por unos días al "Tio Pere" y la diversión era seguir los riachuelos del agua o "fontanelles", que bajaban por los surcos que habían en el camino. Los surcos estaban producidos por el tránsito que tenía, puesto que las patas de las caballerías o las ruedas de los carros aflojaban la tierra.

Lo que buscabamos era ver como el agua, con al desnivel que tiene el camino, se abría . Formaba curvas, cascadas, embalses.... Aquello era lo que un niño de Benissa veia como más parecido a un río.

La cosa se ponia fea  cuando algún gracioso daba un empujón. El agredido con la gracia, caía y se ensuciaba de barro, y si era domingo, podemos imaginar qué pasaba cuando volviamos a casa... un "bescollada" o algo más.

Hoy el camino está, cómo he dicho, asfaltado, por lo cual pienso que aquellas surgències tienen que ir por debajo del asfalto. Y además, a qué niño le se ocurriría hoy ir a jugar a ese juego tanto divertido, y dejarse otros aburridos, como las consolas de videojuegos o la "tablet"?.

Con todo esto, relacionaba yo lo que Fray Humilde decía sobre el agua que había debajo la tierra. En la finca de Feliu, detrás la puerta, rozando la propiedad de los franciscanos, también tenían el río que discurría debajo de la tierra. Cómo podía ser que tan altos, el punto más alto del pueblo tuviera ríos de agua? Aunque el concepto estaba explicado, mi razonamiento de niño no lo asimilaba.

Así crecimos, soñando que la Placita del Convento era el Nautilus del capitán Nemo, que el callejón vecino a mi casa era el campo del Mestalla y que los trofeos, “copas” de cartón recortadas y pintadas, eran el premios que los ganadores se llevaban a su casa. Y había siempre alguien de mal perder, y para aquel siempre había una copa especial que lo acallaba.

Los años de Pego.

El maestro "don José Pérez", a quién todos denominábamos “El Vasco”, nos daba escuela en un aula de los frailes y la misma plazoleta del Convento era el patio de recreo.

La proximidad con el Convento y los frailes, hacía que casi todos fuéramos monaguillo, y yo, para serlo, tuve que hacer un cursillo con el padre Antonio Porturas Plaza, “el peruano”, hombre ilustrado, religioso y de los de antes. Cuando el hombre creyó que ya estaba preparado, empecé a ser ayudante en las misas de las ocho de la mañana, sábados y domingos.

El contacto con las prácticas religiosas hicieron que, tiempo después, y a raíz de una visita con película incluida, del padre Vicent Ferrer Beniel, en el aula de "don José, el vasco”, decidiera que yo sería franciscano, por lo cual en 1968, pedi ser interno al Convento de Pego, y cursé 4t de primaria y primero de Bachiller. Tenía yo, nueve y diez años.

Durante el tiempo de estancia en Pego, no hace falta ni decirlo, tuve un contacto muy próximo con el agua.

Pego, el pueblo de la marjal, de la tierra de arroz, de las acequias y los naranjos. Y de la mar.

El seminario tenía un patio o campo de fútbol, estaba rodeado de una especie de muralla, esto me parecia a mí, pero traduciré: era la azequia del riego. había una construcción o arqueta de distribución que usábamos como atalaya y refugio frente a los futbolistas de mala idea, que le daban patadas al balón, lanzándolo en dirección a los curiosos, y si podía ser, que los diera en los morros.

Séquia, fila, braçal … de agua.

Palabras que escuché en aquellos tiempos.

Después, cuando íbamos de paseo o al instituto, era paso obligado por el Pla de la Font, donde había, y hay, una fuente debajo del nivel de calle, la Fuente del Chorros, chorra y chorra ...

Los miércoles por la tarde era día de paseo. Dentro del pueblo no estábamos autorizados, pero si que podíamos ir a la balsa de la casa de Torres, que tenía peces de colores dentro. A la balsa de la casa de santo Juan, donde decían que se ahogó un familiar de quienes estaban al cuidado de la finca. Por el camino para llegar a esta ultima, había bancales de naranjos y una fila de agua transparente y fresca.

Periódicamente hacíamos excursiones al Molinell, al mar. El viaje era a pie y atravesábamos toda la marjal o tierra de arroz, como se conocía en aquel tiempo. Salíamos bien temprano y andábamos por una carretera recta, la cual tenía en cada lado una aéquia, honda, ancha y llena de juncos.

A mitad del camino, hacíamos una parada en la fábrica de zumo, que se denominaba "InterFruit". Un directivo era padre de un compañero. Allí, zumo de naranja y pan untado con tres gustos.

Pasábamos el día en el mar, el Camping San Fernando era nuestro paradero y los copumpios, su único pasatiempo fuera de temporada.

Era costumbre que antes de empezar el curso, y antes de que vinieran los nuevos, en septiembre, pasaran los veteranos, un veraneo en una casita del Molinell. Allí, durante quince días, todo era mar, mar y mar. Sólo había un rato que dedicábamos a la limpieza y organización. Para el riego del jardín, usábamos el agua de un pozo que se secaba, pero, al rato, volvía a recuperar el nivel, entonces, recordaba yo a Fray Humilde y los ríos subterráneos.

Y mientras yo estaba en Pego, en Benissa todas las calles y aceras estaban abiertas con una zanja, por las que iban poniendo las cañerías de uralita, que traerían el agua potable a cada casa.

Y recibí una foto, mi hermano en un coche de caballos de paseo, y detrás una rocalla, de donde se suponía salía el agua, como fuente decorativa. Fuente que nunca más funcionó, sólo el día de la inauguración y supongo que para hacer la foto.

Y ya seguiré .....

Felices fiestas de la Puríssima Xiqueta para todos.

Vicent Ibañez i Mas

Enero de 2014

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Agradezco la oportunidad concedida por los festeros de la Puríssima Xiqueta de 2014, por la publicación de este escrito, en este Libro de Fiestas.


Y le dedico a Jaume “Marro”, a mi padre, estos recuerdos. Padre abnegado y trabajador, bueno y callado. Ebanista en el Taller de Ivars y en casa. Nunca podre pagarle de ninguna forma su dedicación.

 

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