«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

viernes, 13 de febrero de 2015

La guerra de mi vida.



Me atrevo en esta entrada a decir que hay varias formas de guerras, y aquí voy a denominar dos, la guerra de ejércitos con armas y guerras de actitud.


La televisión en España empezó a emitir en 1956. Pocos eran los que se atrevieron a comprar aquel aparato, por caro y por desconfianza.

En mi casa, calculo yo, que ya lo teníamos en el año 1963. El asesinato y funerales de John Fitzgerald Kennedy ya lo seguimos desde la tele recién estrenada.  

Desde el año 1959 al 1975 en todos los Telediarios la noticia estaba en un país, el cual casi nadie sabía ubicar en lo que en aquellos tiempos se llamaba mapa-mundi.

Estos días se cumplen 42 años de la derrota, "huida", de los Estados Unidos del Vietnam. La no guerra del Vietnam, no existió oficialmente, pues nunca nadie se la declaro a nadie, ni hubo rendición de parte alguna. La excusa de la defensa de Vietnam del Sur como país democrático, frente al comunista del Norte, no era cierta. EEUU pretendía establecer una base militar en ese país. Y lo que comenzó con unos hostigamientos de la guerrilla del Frente de Liberación (Viet Cong), siendo presidente Kennedy, con un destacamento de 11.000 soldados, fue creciendo con los posteriores presidentes, Nixon, Jhonson y Ford, llegando a finales de 1960 a 500.000 soldados con el presidente Jhonson.

Fue la guerra de mi vida, pues todas las noches cenábamos con Diego Carcedo, Miguel de la Cuadra Salcedo desde Vietnam y Jesús Hermida desde Washington. 

Fue una guerra sin censura, los periodistas iban detrás de los soldados americanos, que tenían una media de edad de 19 años, vestidos como ellos para evitar errores. Llegaron a participar hasta  2.300 periodistas, de los que solo 5 eran soviéticos.

Mientras aquello que parecía una serie de televisión ocurría en la selva de la península Indochina, se producía el asesinato de Kennedy y del Che, el mayo francés del 68, la llegada a la luna,  la explosión del negocio del petróleo, la minifalda, la lucha por los derechos civiles … 

La revista Life publicó las fotos de los soldados muertos en una sola semana 242, y empiezan los movimientos pacifistas, con la música de los Beatles. Los soldados vuelven a escondidas, tantos muertos empiezan a “oler”. Hay deserciones.

EEUU bombardea y quema pueblos enteros, usa armas químicas, se da a conocer lo sucedido en la aldea de Mÿ Lai. En la Navidad de 1972 se dejan caer 20.000 toneladas de bombas.

Se calcula que murieron entre 1 y 5 millones de personas.

EEUU tuvo 58 220 muertos y  303.000 heridos.

Saigon es hoy una ciudad llena de bancos y multinacionales, como cualquier ciudad occidental. 

Y la guerra fue un negocio que aun hoy perdura. Los jóvenes que no murieron, aquel infierno los dejos lisiados y a casi todos tocados. Y como una vergüenza nacional se les tiene ignorados.

En el Cementerio Nacional Arligton, hay miles de cruces alineadas, son los muertos. Una guerra con muertes físicas. Y con muertes psíquicas y emocionales.

Esa que he relatado, pensaba yo, era la guerra de mi vida desde la butaca cómoda de mi casa. De lejos veía muertos, heridos, lisiados, idos, …. Horrores, odios e impiedad.

Pero sea como sea, hay que considerar que hay guerras sin sangre. Con dos o 2.222 contendientes. Guerras que no desangran, pero desgastan cuerpo y alma. Son las guerras incruentas, las  guerras que se libran en silencio entre parejas, entre hermanos, entre padres e hijos, vecinos, pueblos, etc.

Y concreto más. Esas guerras familiares que desmienten que las palabras, frases y caricias de otros tiempos fueran verdaderas. Puede que quien así se expresara confundiera amor por comodidad y buena posición. Esas guerras que destrozan psíquicamente a los contendientes y a los hijos, si los hay.

Esas guerras en las que no se conforma el agraviado con la sentencia de un juez, necesita ver arrastrándose al herido de muerte. Y además busca la excusa para castigar al resto de miembros de la misma sangre del condenado.

Guerras que a veces se ejercen sobre enfermos. Guerras donde vale todo, donde la influencia de la enfermedad y la medicación no se reconoce, y se aprovecha su debilidad para hundirlo más aún.

Estaba equivocado, la de Vietnam era la guerra sangrante de mi niñez, ésta última es la verdadera guerra de mi vida.

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