«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

viernes, 9 de septiembre de 2016

El respeto al político.


Como declaración de principios diré que, toda persona merece que se respeten sus ideas i manifestaciones, siempre que estas no se salgan de las costuras que establecen las leyes.

Dicho lo anterior, todas aquellas manifestaciones y opiniones sobre las personas, por muy duras que sean y que no contravengan la mencionadas leyes, será responsabilidad del que las manifieste, hacerlas menos duras y ofensivas, o más corrosivas y punzantes.

Estoy convencido que el común de los españoles hemos adquirido un hábito hacia los representantes públicos, insultante y desconfiado, y que aplicamos en cualquier momento y a cualquier persona, político o carnicero,  sin valorar el grado  de merecimiento del calificativo.  En principio se le da el más grande y ofensivo, y después, pocas veces, se rebaja.

Pero falla algo entre nosotros, o no entendemos la actitud que los políticos practican después de un rifirrafe. Mirando el asunto parece como un código de caballeros.

En el hemiciclo del parlamento, desde las poltronas o desde la tribuna, se vierten palabras, frases, acusaciones, amenazas  y denuncias, algunas de escandalosa actualidad y ciertas, y  al rato, después de hirientes cornadas,  los verracos  se van a comer juntos, o se les ve en animada charla y entre sonrisas.

Nos choca y mucho. ¿Cómo pueden separar sus diferencias en la actividad política, de la actividad personal?. 

Recuerdo un Alfonso Guerra hiriente e insultante en la tribuna contra Adolfo Suarez, en el papel de poli malo y Felipe González en el de poli bueno. 

Después se van  a comer Lhardy, Los Galayos, Botín, La Ancha o el Ateneo. Sus mesas han servido de cobijo durante años a diputados, secretarios, subdirectores, ministros y aspirantes a políticos. Pactos y traiciones se han fraguado entre cucharadas de cocidos, callos, sopas y viandas variadas.

 

No sucede así en la política local. Aquí, en este ámbito, la crítica acida hacia un político es recibida por este y su clac como si a la madre de alguno se mentara. El crítico pasa a la lista de enemigos, y a los enemigos ni agua. 

 

¿De qué va esto, Vicent?. 

 

Pues tan sencillo, como respetar y ser respetado. 

 

El político es el primero que debe respetar. Y respetar en el amplio sentido de la palabra. No respeta, cuando incumple su programa y sus promesas. Cuando tergiversa a su favor, pensando que los administrados nos chupamos el dedo. Cuando promete, tan solo por contentar al ciudadano que lo aborda en la calle. No respeta, cuando odia, le retira la palabra, pone trabas, o peor aun cuando se mofa en privado de alguno de sus administrados. 

 

Después de la corrupción, el respeto al ciudadano en el sentido en que he expuesto, es el segundo gran pecado de los políticos “locales”. 

 

Si quieres respeto, cumple promesas, no mientas y trata por igual a los pelotas y a los críticos ácidos. 

 

Difícil ejercicio para estos mediocres politicos aficionados, aunque lleven 20 años ejerciendo.

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