Temprano y fresco despues de una noche de sueño profundo, decido hacer la tantas veces pospuesta visita.
A Vicente Herrero Pedro, franciscano.
Desde la ultima vez
han pasado cinco meses y otras tantas me ha llamado desde entonces, “por saber
de mi” (a ver cuando vienes).
No ha salido el
sol, en el horizonte del mar Mediterráneo hay una franja, fea, de un azul sucio. Parece que sea la zona donde
van a parar los restos de agua una vez filtrada. La carretera hasta el destino,
despejada y en buen estado. La compañía, música de Joaquín Sabina, "Ahora", y un repaso
a la biografía de mi anfitrión.
Soltero por elegir
la religión. Sabio por herencia familiar
y tesón propio. Sencillo y obediente por
imitar ha quien es fundador de la orden religiosa donde profesó sus votos.
Ejecutivo de la Custodia, poliglota y depositario de la biblia virtual en el
disco duro del cuerpo humano. Ese mismo disco duro, afectado por el Parkinson,
le dejo en situación de parado forzoso.
Allí en la Vall d´Albaida, en un edificio antiguo pero bien
acondicionado y adaptado para sus
necesidades, allí, vive varado, yo lo aprecio así, Vicente.
Las diez y media:
-
Si ya sé que no va muy rápido.
-
Tendrás
que esperar, estaba en la ducha.
-
Esta
muy difícil de tratar. Veremos, ha querido hacer la comida.
-
Mejor,
así se distrae.
-
No
sé yo que es mejor. El estropicio es de
órdago.
Como siempre, me
sorprendo de lo bajito que es. Sera mi recuerdo del barbudo aquel, que al
visitarnos causaba un respeto que, seguramente, le hacia, ante mis ojos, un gigante.
Siempre nos quedamos un momento mirándonos. Nos evaluamos, determinamos
en que estadio esta cada uno.
Siempre me adelanto y cariñosamente le
abrazo. Los nervios o la emoción le atacan y el cuerpo empieza a realizar unos
movimientos como de péndulo recién
activado. En zigzag y un poco desviado. Siempre noto una
rigidez en su cuerpo y una expresión extraña en su cara. Si no conociera los síntomas, creería que me
rehúye. Que se horroriza al verme. Pero, yo sé que su cuerpo esta rígido,
por la alegría de verme. Que su
cara, de póker, (dicen), realiza un esfuerzo por dibujar la sonrisa o la
alegría, y no lo logra.
Veo que su boca
empieza ha expresar, pero los sonidos de las cuerdas vocales, también, la
rigidez les hace mella. Para oir y entender acerco mi oído, parecemos confesor
y penitente.
Se califica de
hablador empedernido, pero el bendito don de la palabra, como a un nuevo Job, le ha sido modulado a unos tonos casi
inaudibles.
¿Quien, en el mundo
de hoy, escucha con paciencia la historia que nos quiere contar alguien cuya
voz es apenas audible?. Pasa uno de sus hermanos,
al que me presento. Vicente empieza a decir algo que el otro, si ha visto la intención, ha salido pitando,
y si no la ha visto, igualmente ha salido pitando.
Hablamos, y esta
vez intento llevar yo la voz cantante. Intercambiamos experiencias y hechos
ocurridos.
El día transcurre,
y experimento y vivo episodios que me dan idea del grado de paciencia y de
aceptación que tanto el afectado, principalmente, como su familia tienen que
llegar a adquirir.
Al llegar la hora
del adiós, la misma actitud y la misma expresión que a la llegada.
Me marcho. Me voy con un
sentimiento de alegría, por compartir un día con alguien que aprecio y creo
que necesita que se atienda su necesidad de comunicarse.
Me marcho. Me voy con un sentimiento
de tristeza por la ausencia de una familia, de un hogar …. Pero, pienso, no lo es todo la
familia y el hogar, porque aun
teniéndolo, uno puede estar solo.
Onteniente, julio
de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario