El lunes 3 de septiembre de 1984 amaneció encapotado.
Las señales se habían manifestado más intensas y menos espaciadas. Más o menos tal como había explicado, el día anterior, la comadrona.
El día anterior, de
madrugada, había roto aguas, y como primerizos que eran, asustados, salieron
zumbando hacia Gandía:
-
No,
no hija, no. Esto está muy verde.
Volvió a
reconocerla la comadrona el día , y a las nueve y media apareció el ginecólogo
que la iba asistir y que había seguido toda la gestación. Algo raro estaba el
hombre. Seguramente se había interrumpido su quehacer como médico de la
Seguridad Social, y no se había cumplido el protocolo de atrasar los partos
hasta la tarde.
La niña nació a las
diez de la mañana. Al padre se le antojo fea, la madre le aplico parecidos
familiares, en todo caso igual de feos.
Durante el proceso
de alumbramiento, y después de la salida
del nuevo ser, la placenta se resistió y el medico hizo notar su impaciencia.
Las enfermeras, una
vez aseada, auguraron que la niña con esos ojazos, sería muy guapa. Y además, con
esos padres tan bien parecidos, no había dudas.
Una vez en la
habitación instaladas, la madre en la cama y la hija, dormida, en la cuna, el
padre salió del hospital a toda prisa. Llovía. Corrió a una cabina de teléfonos
y anuncio la buena nueva a los nuevos abuelos y tíos. La niña era la primera,
para todos, la primera nieta, la primera niña de la familia, la primera hija de
la joven pareja. Compro el periódico del día, EL PAIS, como recuerdo, desayunó,
y recorrió la calle Mayor en busca de una cámara fotográfica.
Las enfermeras
acudieron rápido, la encamaron y al cabo de una hora apareció el médico. La
reconoció, pidió unas gasas y a la presión del bajo vientre de la madre, unos
cuajos sanguinolentos aparecieron por el camino recorrido por la niña.
Sin explicaciones,
se llevaron a la madre y en la habitación perplejo quedo el padre con hija.
Durante un buen
rato, aunque pregunto, no tuvo noticias del motivo del traslado repentino y el
estado en que se encontraba.
Cala de La Granaella |
Mucho más tarde y
ya con la paciente en la habitación, el doctor explico que, la placenta se
había resistido y parece que en el forcejeo de la extracción se había producido
un desgarro.
-
Menos
mal, xiquet. Si no llega a desmayarse, se queda desangrada en la cama.
El padre, novato,
joven e inexperto, pensó pero callo lo que había observado.
-
Las
prisas y su cabreo, doctor. No fue la placenta, fue Ud. quien tiraba de ella
para terminar pronto.
Por la tarde las
visitas, aunque la madre estaba para pocos parabienes.
Font d´Orxelles |
Los abuelos
maternos llenos de alegría. Era la esperada.
Hoy cumple
veintinueve años.
Hace un año que su
padre, sus abuelos, sus tíos y sus primos paternos no la han visto. Pese a
vivir en el mismo pueblo. Enmudeció y se hizo invisible.
Nada grave para
nadie, pero que duele de manera especial en aquellos dos abuelos que durante un
tiempo, cuando de soltera, la adoraban mientras ella comía sus platos
preferidos y que su abuela cocinaba especialmente para ella. En aquellos abuelos que a la entrada de su
casa lucen la fotografía de una bella novia con ellos dos, el día de su boda, a
la salida de su casa.
Su padre, le
deseara muchos años más de vida y se hará a la idea que le están poniendo unos
puntos en algúa herida.
Felicidades y por
muchos años.
Javea/Xabia, a 3 de septiembre de 2013
Javea/Xabia, a 3 de septiembre de 2013
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