Cuando era pequeño, en mi casa había una hucha metalica negra. Teniaa una chapa redonda con dos remaches. Tenia un dibujo de la rosa de los vientos y rodeando la chapa y la rosa de los vientos, el siguiente título: “Caja de Ahorros del Sureste de España”. La hucha no se llenó nunca, nunca tuve mucho que ahorrar.
Después cambio su nombre,
creo que fue, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, después, con la fusión con
la Caja de Ahorros Provincial de Alicante pasó a llamarse Caja de Ahorros del Mediterráneo,
después todos la conocíamos como la CAM.
Recuerdo que en los bajos
del edificio, hoy desaparecido, debido a la peatonalización del perímetro de la
iglesia parroquial, había una puerta metálica con el dibujo de la chapa de mi
hucha.
Después su sede fue la de la
calle padre Melchor, 19. Con su Aula de Cultura. Con su mostrador de caras
conocidas, familiares y próximas. Paco “La Parra”, Borino, Carralo, Ramiro ….
La CAM, junto con Bancaja,
eran intransitables los últimos y primeros de mes. Los jubilados tenían sus
cartillas o cobraban sus pensiones en dichas entidades. Los abuelos,
acostumbrados al sacrificio y privación, tenían unas cartillas de ahorro con un
pequeño capital.
Los demás teníamos las nóminas
domiciliadas, los préstamos de reforma de vivienda, compra de coche, u otros,
que por la proximidad de los trabajadores de la institución, producían un clima
de confianza y tranquilidad que solo se
da entre buenos amigos y familiares.
La participación de las
diputaciones en las cajas de ahorros, con la irrupción de los políticos en los
consejos de administración, las cuotas de los partidos y los sindicatos, junto
al auge económico, supusieron un lanzamiento de la CAM y las demás, a ocupar
parcelas del negocio bancario, hasta el momento
exclusivas de los bancos,
La CAM, junto con Bancaja,
fueron un juguete de los gobiernos Zaplana y Ripoll.
La entrada en proyectos hoy
ruinosos o vendidos, La Ciudad de la Luz, Terra Mítica, La Ciudad de las Artes
y las Ciencias. La entrada en los consorcios gestores de la sanidad concertada
(privada), Hospital de la Marina Alta. La entrada en el negocio inmobiliario,
la financiación y préstamos a cero
interés. Los sueldos e indemnizaciones, gratificaciones y robos descarados,
junto a la crisis que se presentó, hicieron que la CAM solo valiera un Euro y
ese lo tuvieran los tan denostados catalanes, los del Banco Sabadell.
Los ahorradores que habían
confiado en los empleados herederos de aquellos tan próximos y familiares, que
les ofrecían productos de alta rentabilidad, se supone que a cambio de una
comisión, supieron después que sus ahorros se los habían cambiado por
estampitas de la Copa América o de Popeye el Marino. No valían nada. A los
empleados embaucadores los trasladaron y vinieron otros con la llegada del
Banco Sabadell. Desconocidos, serios, encorbatados.
A todo ello, los sindicatos
de la banca, calladitos, sus afiliados tenían buenos acuerdos de prejubilación.
Lo había notado en la
correspondencia, pero la semana
pasada comprobé en mis carnes que
aquella Caja de Ahorros del Sureste de España de mi niñez. De mi hucha con la
rosa de los vientos. Del Aula de Cultura, hoy solo queda un banco más. Un
depredador más. Un usurero de antaño, que cobra comisiones por ingresar dinero.
Comisiones por operaciones por Internet. Al que se le pide una certificación y
sale con la burda escusa de la informática y sus lagunas. Que se niega a
decirte donde fue a parar una transferencia. Que tiene unos empleados aleccionados
y que son capaces de llegar a interpretar tus palabras y sentimientos, como
ataques a su persona. La respuesta:
“Es la política del banco”.
¿La política?.
Joder!!!. Claro, la política
dirigida por el dinero.
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