«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

lunes, 6 de enero de 2014

Donde yo vivo. (IV). Y la tierra temblo.

Noche previa a la de reyes. Son las 23:45 horas. Hace una hora que me acosté. Estoy en el duermevela previo al sueño. El bullicio en la calle, como todos los días, no terminara hasta la 1:00 (no, terminara a las 3:00, mañana es sábado. Los viernes y sábados tenemos dos horas extra). Siento un vaivén en mi cama. Pregunto quién mueve la cama. Nadie la mueve. Me levante y le di la vuelta. Siento que mi inestabilidad habitual se ha acentuado. Salgo de la habitación y pregunto:
 
- ¿Ha sido la tierra?.

Cierro la puerta, me acuesto, y me duermo. Al día siguiente, apenas un comentario. Más bien un reafirmarse de  que no fue un sueño. Y nada más.

Durante el día medito. De que vale pensar en consecuencia que no se han producido.

Es cierto que el 25 de enero de 1999 la tierra tembló donde vivo,  y en todo el territorio afectado se produjeron 1000 muertos y 500 desaparecidos.

Y vuelvo a decirme:

-  Pero de qué sirve pensar.

Hacía apenas dos horas me comunicaban la muerte de Pere "Mona", unos días antes la de Eugenio Capó, y antes la de Paco “Ismael”. Y durante el año entre otros Salvador, Lucia, Paquita y Jaume.

No le temo a la muerte, le temo al dolor insoportable propio de una enfermedad y el que pueda transmitir a quienes me quieren.

La muerte está donde está el hombre/mujer. No hay día ni hora señalada, ni preaviso.

Y el dolor temido lo puede dulcificar la profesionalidad y la piedad de médico o especialista que tenga en sus manos la historia médica del enfermo o moribundo,

El accidente mortal, sea de tráfico, doméstico o por un terremoto, ese aun siendo traumático, para mí, es menos doloroso pues no se alarga en el tiempo.

Siento empezar el año 2014 con esta reflexión sobre la muerte. Pero es tan natural como el nacer, respirar, hablar, amar ….

Ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Hemos escondido de tal manera la enfermedad y la muerte que los jóvenes y algunos mayores han llegado a creer que no exista dicho irremediable hecho.

Por ello, a los muertos nuestro recuerdo imborrable. Y nosotros a vivir, a luchar por una atención médica de calidad, y piedad y  profesionalidad para deparar a los enfermos un buen morir.

Vivir el momento. Vivir intensamente mientras la llama que prendió y nos mantiene vivos siga encendida.

Y para el año 2014, salud.

Carpe Diem.

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