PURÍSSIMA XIQUETA 2015
Articulo publicado en el libro de Fiestas de la Puríssima Xiqueta de 2015
Las mujeres de los papelitos de la Costereta del Convento.
Hoy me comunican la noticia de la muerte de Pepita “la Xalonera”. Pienso un poco en ella y me doy cuenta que, de la generación de mis padres, solamente quedan ellos dos a la Costereta del Convent.
De aquella calle llena de niños en los años 60, a los cuales sumados los de la calle Escoto, éramos una legión, cosa que contrasta con el actual, de adultos y casas cerradas.
Hoy, no sé, pero en el pasado los niños unían, o separaban. Ya se sabe, las peleas de criaturas a veces traían la enemistad entre los mayores, pero no era lo habitual. Hoy Internet los mantiene aplacados.
Los motivos de unión entre los habitantes de la calle, entre otros, estaban alrededor de las fiestas del Corpus del Convent o de la Puríssima Xiquea. Los años 60, fueron, en relación sobre todo al Corpus del Convento, una de las fiestas más importantes, tanto o más que las patronales. Las obras de arte de "didalet" de los colegiales, transformaban completamente la Plaçeta de Convent y las no menos artísticas de las mujeres la Costereta del Convent y la carrer Ample. El diseño del adorno de la calle, primero los “arcos” y después los “papelitos”, traían a las mujeres una buena temporada de de cabeza, por su trabajo, a veces muy elaborado, o por sus discusiones tontas por un color o por un lazo más o menos.
Los hombres en este asunto participaban, en tiempos de los “arcos”, haciendo agujeros donde se plantaban las vigas que sostenían “l´arc”. Cuando estaba asfaltada, rellenaban barriles de tierra para hundir las vigas. Y cuando los “arcos” eran ya demasiado trabajo para los nuevos tiempos, con la escalera más larga del barrio, la del Convento, colgaban los “papelitos”. Y alguna vuelta tuve que subir yo.
Me siento frente al ordenador y entro en una aplicación conocida como Google Earth, con ella puedo, desde mi mesa, y cómo si fuera en una carroza de cabalgata, recorrer la calle. Mi memoria se traslada a los tiempos en que la calle no estaba asfaltada. Las puertas de las casas estaban abiertas todo el día, y solamente una cortina impedía ver el interior. En los tiempos en que para llamar a los habitantes de la casa había que picar con la aldaba y saludar con uno: “Ave María Purísima”, y desde el interior se respondían “Sin pecado concebida, María Santísima”. En el cual las mujeres llevaban el “velo” en la cabeza para ir a misa. Y que podríamos encuadrar en el tramo que va desde 1960 a 1970.
Como tantas veces hice, sueño que participo en la cabalgata anual del Corpus. Me subo en la imaginaria carroza, aparcada en la gran plaza donde cinco calles confluyen, y les propongo recorrer mi calle mostrándolos un recuerdo, como una fotografía de cada casa.
La gran plaza no tiene nombre, tan sólo destaca una placa de azulejos, señalando el punto donde nació un ilustre benisser, el Rvdm. Pare Melchor de Benissa. Este motivo no me llama la atención, la casa evoca en el mí otros recuerdos más familiares y íntimos. Era la tienda del tío Pepe “El Rull”. La tienda de nuestra calle. La de la tía Concha, Francisca y Pascualeta. Allí comprábamos todo; allí, en sacos de cáñamo, y después de plástico, las legumbres, el arroz, azúcar. … con unas palas de madera se sacaban del saco y se empaquetaba en cucuruchos rectangulares y de diferente calibre según el contenido a introducir, las balanzas, primero eran de pesas y después algo más sofisticadas, las mujeres llevaban la “barxa” y no existían las bolsas de plástico que, tardarían a venir, éramos ecológicos todavía.
Las cuentas se hacían a lápiz en el papel de envolver, sin calculadora. El ir a casa “Rull”, era como ir a casa una tía o la yaya.
Al empezar la rampa de la calle, en la acera de la derecha, aunque no propiamente la Costereta, estaba el “cantonet” de Marieta “L´ordinari” (hoy calle Médico Sala). Allí vivía Marieta, que era modista, soltera y muy bajita. Tenía una carita pequeña y flaca, y gafas a media nariz. Algunas veces estuve en sus manos porque me arreglaba alguna pieza heredada de mis primos, o algo nuevo que no me ajustaba bien. No sé porque, siempre lo asocio al canto del Angelus de los niños de la Abadía de Montserrat.
Era vecina de María “La Fuma” y del tío Quico “El Sec”. La casa donde vivían daba a la plaza sin nombre. El tío Quico tenía un yegua y se dedicaba a labrar su escasa tierra y ofrecía sus servicios a otros. Lo recuerdo simpático y socarrón. A la tía María, lo asocio a hermano pequeño. Fue la mujer que ayudó mi madre, después de cada parto, a mantener un mínimo de orden en la casa familiar.
2.- La primera casa de la derecha estuvo muchos años cerrada. Era la casa familiar del franciscano Padre Joaquín Ribes y de su hermano Jaume. El padre Ribes me parecía un gigante. A Jaume solamente le veía cuando hacía algún encargo a mi padre y tenía que ir al Taller de Ivars, donde trabajaban los dos. Él se encargaba de una máquina que me parecía gigante y que servía para escatar.
4.- El tío Eugenio Capó, era un viejecito vestido de negro, sombrero y basto, sentado permanentemente en el quicio de la puerta. Por la tarde llegaba su hijo en una pequeña moto, cargado de hierba verde o con un capazo, descargaba, entraba a su padre y cerraba la puerta.
6.- María Ferrer ”La *Pinzellera”, o para nosotros, “la del balcón largo” y Aurelio, vinieron a vivir en la calle. María cosía y era una de las almas del diseño de los papelitos. Era una de las primeras en presentar un modelo. Aurelio, su marido, fue mi profesor en la autoescuela con el mítico Seat 600. Su hijo, Vicente, fue compañero de estudios. Presentamos una ponencia, un trabajo del instituto, sobre la pesca. Su padre, Aurelio, un gran aficcionado a la pesca, tenía una pequeña barca. Por eso Vicente estaba mucho más enterado que yo, un simple forofo y que, de vez en cuando, iba a ejercer. Mi amigo Vicente murió en accidente de tráfico trabajando de Guardia Civil de Tráfico.
14.- Mari Lola fue reina de las fiestas del año 1977. Sus padres, Francisco “Poldo” y Pepita “La Guietana” tenían un puesto de venta de pescado en el siempre fallido Mercado de la calle Hort de Bordes. Mi madre solía hacerme rabiar con la pregunta si no me gustaba como novia. Mari Lola fue literalmente salvada de las aguas; cayó de los brazos de su madre en la cisterna de la casa, mientras esta intentaba sacar un cubo de agua para el servicio de la casa. Era la chica inalcanzable de mi calle.
16.- El tío Toni “Roc” y sus hijos Antonio y Paco trabajaban con mi padre al Taller de Ivars. La tía Vicentica era su esposa. Pascualeta, su hija.
El tío Toni y la tía Vicentica, eran unas personas sencillas y muy atentas. Recuerdo al tío Toni con gafas negras paseando por la acera y, por primera vez, oí algo así como “operación de cataratas”.
Paco, junto con mi padre, después de las horas de plantó frente al banco de ebanista en el Taller, seguían en la parte de atrás de mi casa, con otro banco por delante, haciendo obras de arte por encargo. Allí estaban cuando me iba a dormir, haciendo horas para sacar adelante a los hijos. Paco junto con mi padre hicieron mis muebles.
Antonio es un artista, ahí está la comucòpia que hizo para mí. Para Antonio, la talla fue su mundo, la paciencia, la meticulosidad sus virtudes.
En el “cantonet” vivía la tía Joaquina. Era la yaya de Josep Antoni, una mujer que también cosía para los vecinos. A mí me confeccionó los uniformes que llevaría en el Seminario de Pego los dos años que estuve allí. La tela que se usaba por aquel tiempo era de rayitas azul oscuro y blancas.
Pero el gran problema era que me habían recetado gafas, solamente para lectura. Cómo las podría leva uno crio de 9 años, quitándoselas y poniéndoselas, y no perderlas?. Se le ocurrió a la tía Joaquina que el bolsillo que tenía a la altura del corazón tuviera dos compartimentos, el corto habitual y otro más largo donde cupiera la funda con las ojeras.
Ahora verla sentada, con aquellas sillas bajitas de entonces, con otras vecinas ante la puerta de su casa, es el recuerdo que desde la carroza imaginaria observo al volver mi mirada virtual hacia la hoy Travesía Escoto.
18,- Las dos casas gemelas de los Xest, fueron mis casas. En la casa de bajo, viví en mi niñez. Las herencias suponen a veces desplazamientos. Y este fue el motivo de mi cambio de casa. De la casa de bajo pasamos en la casa de la tía Pascuala. Una casa más acondicionada que la que dejábamos.
Mi tío, heredero de la casa, la vendió. Y vinieron a vivir Daniel de “xelat” y Pepita “Reig”. Hace muy poco murió Daniel. Su hija Pepita, de mi edad, murió unos años antes. Con ella se ensañó la desgracia, cosa que humanamente no podemos entender. Una mujer llena de vida, con dos hijas, con la cual, sin más ni menos se ensaño la enfermedad, el sufrimiento y la infelicidad de una familia joven, deshaciéndola sin miramientos y por siempre jamás. Con Pepita, y su hermana María Dolores, nos metíamos los chicos de la Costereta. Ya se sabe que, de criaturas se puede ser cruel, no llegamos a tanto pero si un poco pesados fuimos.
20.- Mi casa.
El “racó de casa” era el nombre que le dábamos al entrante que hace más ancha la calle y donde dos eran las casas habitadas.
24.- Con el tío Joan y la tía Consuelo vivían Joanet y Pepita “La Xalonera”. Estaban tan cerca, y el matrimonio joven no tenía hijos, que casi me consideraba con derechos. El tío Joan siempre tenía una broma para mí. Joanet me impresionaba cuando llegaba, él tan grande con una de las primeras motos Vespa de la calle o del pueblo. Padre e hijo exhibían siempre una sonrisa. Fernandito, el sobrino de Pepita, que era de Xaló, pasaba algunas temporadas con sus tíos y era esperado siempre por la chiquillería. Después, cosas de la vida, formó una familia y vive en Benissa.
Me explicaron que, en la casa de la esquina, había una farola de carburo. En esa esquina, en esa corta calle sin puertas de casas, ni nombre (en todo caso se denominaría, “Cantó del Farol”, hay un rincón mínimo, debido a la estructura del Convento, al que denominamos el “raconet”. Tenía una rampa de hormigón y tenía su explicación. Evitar que se convirtiera, puesto que camino llevaba, en urinario público.
Este tramo de calle sin nombre era nuestro campo del Mestalla, así lo teníamos bien anunciado, con grandes letras, sobre el blanqueado de cal del alto muro que había por aquel tiempo y que separaba la calle de la Plaçeta del Convent.
26.- Aquella farola de la esquina, dio nombre a los “Farol” de Benissa. El tío Pere y la tía Pepa Teresa “El Farol”, y sus hijos Pedro y Pascualeta “El Farol”. Con ellos, además de la vecindad, nos unía la relación familiar. La tía Pepa Teresa era hermana de mi abuelo.
El tío Pere tenía un don en sus manos, sanaba esguinces, roturas, chichones, dolores, etc. Siempre me daba mucho respeto. Pepe “el del barrio”, su nieto, era uno de mis amigos de niñez. Y alguna vez coincidiremos después. Pasado el tiempo, en la casa vinieron a vivir Pedro “El Farol” y Teresa “Cristina”. Y con ellos, sus hijos Pedro y Ximo. Empezaba a parecer una calle nueva, tanta familia joven y con hijos.
Aprovechamos que la calle es más ancha, giramos la carroza del tiempo y encarémosla Costereta hacia abajo; no nos meteremos en la Plaçeta del Convent. Ni en el Convent … y recuerdos de quienes lo habitaron. Esto lo dejaremos para otra ocasión.
La parte del cerebro que rige los sueños consigue cambiar la dirección. Así, cuando se da la vuelta la hipotética carroza, de repente, allá abajo, a la vuelta de casa “Rull”, con paso cansado, un franciscano con un hábito viejo, pelo blanco alborotado, está rodeado de un remolino de niños que se afanan en besarle el cordón o la mano. Él pone sus manos sobre las cabezas de los mocosos, de pantalones cortos y rodillas peladas y roñosas.
El Padre Antoni fue, en aquellos tiempos, un hombre que la gente consideraba santo. Su presencia, su ejemplo, su tono de voz y sus palabras transmitían paz. Un hombre bueno y querido. Así quedó constancia de esto, dedicándole la antigua calle Virgen de Dolores del barrio santo Nicolás.
25.- La primera construcción nunca ha sido vivienda. El tío Pepe “El Rull”, con andar pesado, y acompañado por Kin, su perro, subía desde la tienda al almacén varias veces al día. Después bajaba con algún producto que ya escaseaba en la tienda. Allí guardó los diversos modelos de coche que tuvo, el primero creo que fue uno de los primeros modelos de Citroën.
23.- El tío Vicent del “Grego” y la tía Rosario eran una pareja muy mayor y estaban sólo. Un único hijo que tuvieron, murió joven. La tía Rosario era hermana de la tía Pepa Teresa “el Farol”, a su vez hermanas de mi abuelo Vicent de “Marro”, todos ellos hijos de Vicente Ibáñez Vidal, capataz en varias obras municipales.
Los días de lluvia se oía un rítmico “pom, pom, pom …”, era lo tío Vicent que estaba picando con la maza, sobre el portal de piedra de la entrada de su casa, un gran manojo de esparto. O remendando los capazos con el esparto picado; o cuerda, o …
Llevaba, el tío Vicent, siempre, una gran gorra negra. Solamente se la quitaba cuando entraba en la iglesia del Convento. Entonces ponía al descubierto algo que no se veía habitualmente: una gran protuberancia una “llupia” decían. Se negaba al hecho que se la extirparan, era una especie de gran breva pegada en la coronilla.
21.- El tío Carlos “Carbonero” proveía su casa de leña con grandes carretadas. Su mujer, la tía Mariana era como mi abuela de delante de casa, su risa era contagiosa. Pedro, Joanet, Carlos y Anita sus hijos. De todos, Anita fue quién se quedó y allí sigue.
Cuando paso veo a Pepe “Clavel” pintando el hierro del balcón.
- “Es que están arreglando la casa, Anita y Pepe se casan”.
Al recordar, siendo añoranza de la inocencia de niño. De la imaginación que ponía, pues la información, recogida al vuelo de las conversaciones, se convertía en una película que una vez pasados los años, parecían de ciencia ficción. Nada coincidía, para nada con la realidad.
Jose (Francisco), nació y mi hermano Víctor (Manuel) también, ya habían otros dos de la misma edad, pero de otra década. Jose se fue joven ... con tanto para vivir!. Las hijas de Jose junto a la de Ana y Yolanda, son una bendición para la familia. Pepe “Clavel” y Anita se merecen este goce.
19.- Nombrar los “Roquet” en la Costereta del Convent, es nombrar la solera. La tía Francisca “El Rull”, su hermana Concha que, soltera, vivía con ella, el tío Toni y el tío Roquet eran hermanos, cuatro hermanos, y tres familias viviendo en la misma calle. Y cinco fueron, porque el padre Zacarías, hermano de todos ellos, vivió en el Convento, hasta su asesinato el 4 de septiembre de 1936 a los 41 años de edad, durante la Guerra Civil española.
- María era de mi edad y mi amiga.- Recordaba mi madre.
- María está zurciendo medias. Y es mucho más joven… .- Decía yo.
- Era una hermana mayor, que murió, ella nació después, por eso le pusieron María.
El tío Roquet tenía la carpintería en casa, lo recuerdo muy bien, en su banco de carpintero dando forma a las vigas de madera que periódicamente le suministraban. Sus hijos Antonio y Juan siguieron la tradición, y la Carpintería Orxelles es la heredera de aquel banco del carpintero.
A la hija Pepita la enamoró Alfonso, un loco que vendía en Vespa desde Alicante. Y María y la tía Pepa, fue con las cuales más relación recuerdo. La madre, la tía Pepa una mujer sencilla y atenta; María socarrona y bromista. Las dos en la habitación de la entrada, con un búho disecado en una repisa, que me tenía un poco asustado. Y la rapidez increíble con que María reparaba las carreras de las medias.
17.- Juan del “Pinar” con Paquita Estrada, vinieron a vivir a la Costereta, venían de Benimarraig, donde Juan era medianero de la finca del Pinar. Con ellos vinieron Antonio, Mª Vicenta y nació Fanny, cosa que produjo que se rejuveneciera todavía más la calle.
15.- Y en septiembre, Pere abría su lagar donde pisamos la uva de Canoret. Allí, durante unos cuántos años la vendimia y el vino nos unieron todavía más con la familia de Pere y Leonor. Las cuatro hijas formaron sus familias y dejaron de vivir en la Costereta del Convent, pero aun hoy, sin Pere y Leonor, y Esperança que se fue también, Pilar, Leonor y Mª José vuelven y se reúne, como si ellos estuvieron. Miro fijamente, veo a Pere y Leonor, están sentados frente a la casa con sillas de playa. Y dicen:
- Adiós Vicente !.
13.- Vicent de “Torrat” sube por la Costereta, con su yegua cargada con el “sàrria” y el “forcat”, en la boca un cigarrillo apagado, como siempre. Pepa le abre la puerta de la casa y desenrolla la alfombra de palma para evitar que ensucie la entrada de la casa a su paso hacia el establo que esta al fondo. Pepa se queda comentando con Leonor si los arcos llevarán el color rosa o mejor sería si le combinaran un azul cielo.
14.- Rosa me pedía la merienda, o se servía ella misma sin pedir. Durante un tiempo, Paco y Carmen “De los Plazos” vivieron en mi calle. Por eso, Rosa Gálvez, aunque no quiera, leva el virus de la Costereta. Y si compartíamos merienda, todavía más.
12.- Silvestre y Pepita dan nombre a Vicente Ibañez García, la coincidencia que en la misma calle haya dos Vicente Ibañez, y que no son familia, confunde el cartero y vamos intercambiándonos la correspondencia.
10.- Silvestre y Pepa Cuello siempre tuvieron un perro que me causaba mucho respeto. En ese lado de la acera, tumbado, permanecía horas y horas. Entonces yo, cruzaba al otro lado de la calle, no fuera a darme un bocado. Si no estaba fuera en la calle, a veces, por los postigos, me daba un buen susto.
8.- Pepe y Antonieta eran los padres de Luis “El Rubio”, un jugador más en el campo del Mestalla, junto a mi hermano Miquel y Jaime, Ginés y Vicente, Josep Antoni, Salvador, Evaristo, Llavador, Juanjo, Vicentin, Pedro …. Los partidos aunque se jugaban en la calle sin nombre, no se interrumpían por el paso de gente o vehículos, en aquellos años muy escasos, se interrumpían porque resultaban muy reñidos y las controversias con el árbitro constantes.
4.- Uno de los recuerdos más vivos, sobre una defunción en la calle, además de la tía Rosario, fue la muerte de la esposa de Luis Devis, compañero de trabajo de mi padre en el Taller de Ivars. La difunta dejaba un viudo y tres huérfanos. Me impresionó el gentío que acudió en la casa por el acompañamiento al funeral. Esto impactó en mí, el niño que iba aprendiendo del libro no impreso, del libro vivo, del vivir de cada día.
De vuelta en la plaza sin nombre, bajo de la carroza, miro hacia arriba, hacia la Costereta, hacia el Convento, y veo a las mujeres de los “papelitos”, las que inventaban formas y combinaban colores. Las mujeres que intercambiaban penas y alegrías. Las mujeres que pedían prestado el azúcar, la sal o la leche. Las que sufrían y las que también daban aliento.
Algunas ya no están, otras se fueron a otros lugares. Se ha perdido todo aquello. La televisión fue la responsable?. Ahora, con el internet, la calle va camino de ser como un edificio de pisos, donde ni los vecinos de las cinco puertas del mismo rellano se conocen.
Las mujeres de los papelitos ya no volverán. Una lástima.
Calarcá, enero de 2015.
Dedico estos recuerdos a Fina Mas Santacreu "Xest",
una de las últimas mujeres de los papelitos de la Costereta del Convent. Por
eso, y por su vida dedicada a mi padre, a mis hermanos y a mí. Y como de
"papelitos" hablo, a sus horas dedicadas al meticuloso trabajo en
"los arcos", y las horas componiendo las tiras de los
"papelitos" colgados a la entrada de casa, de silla a silla, para ver
su efecto.
Pido perdón y disculpas si alguien no se ve convenientemente retratado, nombrado u olvidado. Son unos recuerdos sinceros de un niño de 3 a 11 años, que con afecto recuerda a todas y cada una de las mujeres de los "papelitos", siendo tal la proximidad, que todas eran "tía".
Y quiero agradecer la publicación de este escrito, realizada por los Festeros de la Puríssima Xiqueta de 2015, en el Libro de Fiestas.
Les deseo mucha suerte y a todos muy felices fiestas!.
Pido perdón y disculpas si alguien no se ve convenientemente retratado, nombrado u olvidado. Son unos recuerdos sinceros de un niño de 3 a 11 años, que con afecto recuerda a todas y cada una de las mujeres de los "papelitos", siendo tal la proximidad, que todas eran "tía".
Y quiero agradecer la publicación de este escrito, realizada por los Festeros de la Puríssima Xiqueta de 2015, en el Libro de Fiestas.
Les deseo mucha suerte y a todos muy felices fiestas!.
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