Recordar cosas sucedidas a mis
6 años, aun haciendo un esfuerzo, no encuentro muchas. Y una de las pocas que recuerdo, y se que tenía
esa edad porque está suficientemente documentado, fueron los hechos alrededor
del asesinato de JFK en Dallas.
No se si sería por la novedad
del primer aparato de televisión en casa, un Telefunken de 19 pulgadas en
blanco y negro, o el presenciar, en repetidas ocasiones la escena en el vehículo
oficial de JFK a Jaqueline Kennedy levantándose y abalanzándose sobre su marido
herido por el atentado que le costó la vida, o por las escenas del entierro, una
de tantas, John F Kennedy Jr. de tres años, saludando militarmente, no se si
por todo eso, el nombre y la figura de
JFK se convirtieron para mí en uno de mis contados mitos.
Su asesinato es uno de los
enigmas de la historia nunca aclarados. No es descabellado concluir, como así
lo hizo el
Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (U.S.
House of Representatives Select Committee on Assassinations) o (HSCA), que en
1979 concluyó, que pudo tratarse de una conspiración.
Seguramente su juventud e idea
de un nuevo orden mundial chocaban con los viejos y, porque no, actuales
intereses de la industria armamentística.
Su corto período presidencial no produjo
grandes cambios en la política estadounidense, aunque se le tiene una
admiración al mismo nivel que a Abraham Lincoln, George Washington y Franklin
D. Roosevelt. Será debido a su carisma,
las intenciones expuestas es sus discursos, y el truncado cumplimiento de sus
ideales, lo que le da ese aire de estadista mítico. Entre sus discursos se cita con asiduidad un
párrafo del discurso inaugural de su mandato:
“Y así, mis compatriotas estadounidenses, no
se pregunten lo que su país puede hacer por ustedes; pregúntense lo que ustedes
pueden hacer por su país. Mis compatriotas ciudadanos del mundo, no pregunten
lo que Estados Unidos puede hacer por ustedes, sino lo que juntos podemos hacer
por la libertad del hombre.”,
Quiero centrarme hoy en una de
sus obras escritas, el titulado “Profiles in Courage”, cuya traducción seria “Perfiles
de coraje”, y por el que se le concedió el
Premio Pulitzer en la categoría Biografía en 1957.
El libro describe
actos realizados por ocho senadores estadounidenses. Es un alegato sobre el
valor e integridad política de unos políticos,
que aún a costa de severas críticas y de la pérdida de su popularidad, por
coherencia política o personal, mantuvieron una posición contraria a la de su partido,
o a la opinión de sus electores.
Como siempre, cuando
leo una efemérides, sea de un hecho o un
personaje históricos, indefectiblemente me viene a la mente alguna analogía con
mis recuerdos, vivencias y similitudes actuales. Busco personajes públicos o políticos que han
manifestado posiciones contrarias a las organizaciones a las que pertenecen o
la vida pública en general. Recuerdo al profesor José Luis López Aranguren, que
perdió la cátedra de Ética y Sociología de la Complutense a perpetuidad. Los profesores Agustín García Calvo y Enrique
Tierno Galván también fueron purgados por las autoridades franquistas tras las
protestas estudiantiles iniciadas en Madrid en 1965.
Los comandantes Luis Otero Fernández y Julio Busquets,
miembros de la Unión Militar Demócrata.
A políticos que
dejaron sus puestos por divergencias, por convencimiento de que su ausencia
mejoraba la situación, en fin, por no pensar, o no estar de acuerdo con las
directrices de sus organizaciones, etc.
Adolfo Suarez,
Demetrio Madrid, Gabriel Pita de Veiga, Enrique Fuentes
Quintana, Fernando Abril Martorell, Francisco Fernandez Ordoñez, José Luis Álvarez,
Narcis Serra, Antoni Asunción,
Manuel Pimentel, José Borrell, Antonio Gutiérrez, Nicolás Redondo, Gerardo
Iglesias, Alberto Ruiz-Gallardon, son personajes que por una u otra razón,
dejaron sus puestos por disconformidad, o análogas situaciones, siendo su valor
recompensado con severas críticas y pérdida de popularidad, incluso su
desaparición de la escena pública.
En la actualidad
española, creo yo, no podría escribir, ni el mismísimo JFK, libro alguno sobre
héroes como los de su “Profiles in Courage”, no hay disensiones, todos
a una, aupando al corrupto, al defraudador, al mentiroso, al inepto. Nadie se
mueve.
Porque como decía Alfonso
Guerra: “El que se mueve no sale en la foto”.
En España se escribiría un
gran Libro Gordo de Petete con los nombres de los dimitidos por corruptos y
listas enteras de nombre de personajes públicos, de cualquier estamento,
diciendo sí aunque las tripas se les revuelan. No hay más remedio si se quiere
seguir chupando teta.
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