«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

domingo, 15 de noviembre de 2015

Reconocer el error. Dar la razón.



El 31 de octubre de 1992,  Juan Pablo II reconoció solemnemente que la condena de Galileo fue injusta, 350 años después de la muerte del astrónomo italiano.
 
Galileo es considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia», sus ideas y propuestas, junto a otros destacados personajes,  propiciaron  una   renovación en el campo de las artes, y las ciencias tanto naturales como humanas. Este cambio rompió con la bárbara  edad Media, viniéndose a llamar  epoca del Renacimiento  (s. XV-XVI) .

A modo de ejemplo diré que en la Época del Renacimiento destacaron, entre otros muchos,  nombres como: Leonardo Da Vinci, Shakespeare,  Miguel Ángel Buonarroti,  Rafael Sanzio,  Sandro Botticelli, Bramante, Fra Angélico, Miguel de Cervantes, Isaac Newton, Dante, Gutenberg ...

.

Pasados los años, y muerto el protagonista de un hecho relevante, y que incluso en su día se consideró punible, y de hecho se le castigo, y que algunos pagaron con su vida, a veces,  en un ataque de cordura, a alguien se le ocurre homenajear. 



Yo, escéptico, pienso que son actos oportunistas, y que pocos lo hacen por justicia, si no, para lucimiento propio o interés partidista.
Lo que quiero expresar se cumple completamente y me sirve como ejemplo  el caso de Galileo, y es el paradigma del “sí, pero”.

En el caso de Galileo Galilei hay un " sí, pero ". Aunque Juan Pablo II pidió perdón, no hubo rehabilitación, y no fue así porque  aduciendo que en su momento carecía de argumentos científicos para sostener sus teorías  la Iglesia era inocente, ya que el sabio no presto obediencia al magisterio de la misma. O sea, que de haber aceptado su error no habría sido sancionado, pero al mismo tiempo la ciencia no habría progresado.

Tal incongruencia nos ocurre a nosotros permanentemente en nuestra vida social y laboral.
Somos incapaces de de pedir perdón, de reconocer errores, y si manifestamos el deseo de hacerlo, no nos contentamos con decirlo, tenemos que explicarnos, y en esa explicación introducimos el “sí, pero”, certificando que no estamos plenamente convencidos del compromiso de lo que estamos diciendo.

-        Vicent. ¿Y para este final, era precisa tanta explicación y ejemplo con Galileo?.

-        Al leer la efemérides del 31 de octubre de  1992, vine a concluir que si con un sabio de tal envergadura, aun hoy, hay un "si, pero", ¿cuantos "si, peros" empleamos cada dia en cualquier bobada, por no dar el brazo a torcer?.
-        

No hay comentarios: