Se dice que el funcionario que registró el
nacimiento del escritor, en vez de Sousa inscribió al niño con el del apodo de
la familia paterna, “saramago”. De sus padres, pobres y campesinos sin tierra, heredó
pues, el nombre de una hierba.
No voy aquí a detallar la vida de José Saramago, pero quiero destacar que aún hoy, persiste en Portugal un distanciamiento de quien es uno de sus mayores escritores. Como muestra, el hecho acaecido el 13 de julio de 2010, en el que la mayoría de los concejales, de centro-derecha, del equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad de Oporto, la segunda ciudad más importante de Portugal, votaron en contra de la propuesta para poner el nombre del escritor José Saramago a una calle de la ciudad.
Reconozco que la lectura de las novelas de Saramago, con sus `punto y aparte cada mil palabras, o sus párrafos kilométricos, puedan parecer algunos muy pesados. Pero la esencia de la historia, esa, es la que engancha y produce el efecto tirón hasta el final.
No cabe la menor duda que también heredó de la
cultura popular y forjo un pensamiento y activismo que le reportó censura y persecución.
No voy aquí a detallar la vida de José Saramago, pero quiero destacar que aún hoy, persiste en Portugal un distanciamiento de quien es uno de sus mayores escritores. Como muestra, el hecho acaecido el 13 de julio de 2010, en el que la mayoría de los concejales, de centro-derecha, del equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad de Oporto, la segunda ciudad más importante de Portugal, votaron en contra de la propuesta para poner el nombre del escritor José Saramago a una calle de la ciudad.
No es mi pretensión aquí, contar la vida y obra de José Saramago, quien
tenga interés en ello, puede hacerlo en múltiples sitios de Internet.
Hoy día 18 de junio, se
cumplen dos años de su muerte, y yo, que era un lector habitual de cada obra, hecho
en falta su novela anual. La última, la póstuma, Claraboya, la escribió hace más
de cincuenta años, y ahora su viuda la edita.
Empecé mi amistad lectora con
Saramago con una novela titulada “El año de la muerte de Ricardo Reis”, el día
21 de febrero de 1988. Después de esa primera obra, con dudas, en enero de 1993
empecé a leer “El Evangelio según
Jesucristo”. La novela había causado gran revuelo en Portugal y España el año de su
publicación, en 1991. Debido a las cortapisas y prohibiciones, Saramago
abandono Portugal y se instalo en la isla de Lanzarote.
En 1998 es Premio Nobel. Me
confirma esto, porqué, con las dos novelas anteriores había quedado enganchado.
Sigo leyéndole, en marzo de 1999, “Todos los nombres”. En octubre de 2001, “Ensayo
sobre la ceguera”. En abril de 2002, “La Caverna”. En febrero de 2005, “Ensayo
sobre la lucidez”. En noviembre de 2005, “El hombre duplicado”. En febrero de 2006,
“Las intermitencias de la muerte”. En octubre de 2006, “Casi un objeto”. En febrero
de 2009, “El viaje del elefante”. En enero de 2011, “Caín”.
Reconozco que la lectura de las novelas de Saramago, con sus `punto y aparte cada mil palabras, o sus párrafos kilométricos, puedan parecer algunos muy pesados. Pero la esencia de la historia, esa, es la que engancha y produce el efecto tirón hasta el final.
Las historias,
magnificadas, producen necesariamente momentos de reflexión, pues llevadas al
absurdo, reconocemos que los humanos, sin duda, podemos llegar a cotas
inimaginables de estupidez.
La lucidez de
Saramago me enganchó y sin duda su lectura ha influido en mi pensamiento y mi actitud frente a la vida y
mis semejantes.
“Al día siguiente no murió
nadie. Este hecho, tan absolutamente contrario
a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme…”, de la obra “Las intermitencias de la muerte”.
José Saramago, mi maestro, vive por siempre.
Ahí queda para siempre su obra.
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