
Con
el tiempo y algunos tropezones, comprobé, que todo es un trueque. Si me das, te
doy. Y ese dar o devolver tiene un valor, y la devuelta deberá ser igual o
aumentarla con un cierto interés. No es suficiente decir gracias, la palabra no
tiene un valor por sí sola, hay que acompañarla de algo, y acertar.
Cuando
a mi edad se cae uno de la higuera, el golpe puede ser de consideración, además
puede precisar de algunas horas de hospital y en algún caso deja marca en el
cuerpo, y para curar ha necesitado de ungüentos, pastillas y psicólogo incluso.
Si
“te quiero mucho”, “eres una gran persona” o “siempre estaré en deuda contigo”,
u otras expresiones por el estilo, necesitan tan solo de:
-
Un
NO.
-
Un,
no puedo ahora.
-
Un,
no estoy de acuerdo contigo.
Para
que tu imagen se tambalee de la peana donde te tenían, e incluso vaya al traste
todo, En unos segundos pasar de ser el adorado huevón del que se sacaban todas
las mantecas, a ser el ser más intratable, grosero y poco solidario conocido.
El
haber estado en la higuera es la razón. Yo soy el culpable de no haber bajado algún rato y reconocer el terreno.
Hoy con
heridas y marcas ya imborrables compruebo que “te quiero mucho”, es una frase
incompleta.
Que
todo, todo, debe levar su compensación. El altruismo, la ayuda desinteresada,
el amor, solo existe en contadas ocasiones. Hoy todo es a cambio de algo. Y
quien no lo entienda así, o lo advierta a tiempo, comprobara, como Newton, la Ley
de la Gravedad Universal, en la que el objeto con masa que nos atrae es
solamente el frio y polvoriento suelo.
Toca
levantarse, sacudirse el polvo, y seguir adelante.
Si
lo anterior te parece pesimista, seguramente no has probado el frio y sucio
suelo, o hace tanto tiempo que tu subconsciente lo borró, aunque la marca este
ahí y no quieras ni recordar su procedencia.