«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

lunes, 14 de marzo de 2011

El Padre Ferrer. El Misionero.


Vicente Mª Ferrer Beniel
Creo que seria el año 1967, cuando estaba cursando tercero de primaria. Lo hacia en el aula que había entre la portería y el local “Paz y Bien”, del Convento de los Franciscanos de Benissa. Hoy, ya no esta la puerta de acceso, y la antigua aula, ahora es una sala de reuniones. Los franciscanos habían constituido un  patronato, que gestionaba la formación de un grupo de alumnos de primaria. En la misma aula habían varios cursos a la vez, todo chicos y un mismo profesor. El que teníamos entonces era José Pérez Ivars, (el vasco),

Recuerdo más de un cachete. El único gol que he metido en mi vida. Una bicicleta con (caballete) soporte para mantenerla vertical sin tener que apoyarla en la pared, que le servia a un compañero para venir desde la partida Rafalet. Las tardes de excursión a la partida de Senichola. A Manolo, Toni, Juan, Jaime, Sala, Llobell,  y no se cuantos más. Y tengo que reconocer que un poco revoltosos sí éramos, sí.

Un día paso por el aula un fraile franciscano, joven, alto, corpulento, pelo rubio y ensortijado. Una voz fuerte, pero a la vez alegre y divertida. Se desplazaba en moto por las comarcas de La Safor, la Costera, Vall de Albaida y la Marina Alta. 

Su trabajo, era, contactar con la juventud, dando a conocer la vida franciscana, para encontrar entre ellos posibles vocaciones y llegar a formarlos para el sacerdocio. Su base estaba en Pego, donde estaba el seminario de iniciación o de los mas jóvenes.. El método del que se servia el padre Ferrer, creo yo, era muy adelantado para aquellos tiempos. 
Voy a ser muy inexacto o poco concreto, pues los recuerdos de acontecimientos de cuando contaba  nueve años, fueron vistos con aquellos ojos de niño inocente.  Sí, en aquellas fechas, a los nueve años, habían muchos inocentes, En todo caso, si este escrito llega a manos de los muchos benisseros que conocieron al padre Ferrer, me pueden corregir, y les estaré muy agradecido.

-          Va Vicent, que quien esta leyendo, no tiene todo el tiempo del mundo, para aguantar tus divagaciones. Bueno, y tú a las dos de la madrugada, ya las ideas empiezan a cruzarse con otras ideas. Mejor tomate la combinación de  infusiones habitual, un sobre de tila, otro de relax, otro de manzanilla….. vale, necesitaras una jarra. Y a media noche todo serán paseíllos al escusado.
-          ¡Uy!. Me he quemado. Las prisas que me das, Conciencia.

Llevaba un proyector (¡¡¡Año 1967!!!) y una cinta de cine, seria Super 8, o no se. Proyectaba sobre la pared blanca una película, de la que solo recuerdo, que un chico un poco mayor que yo, bajaba unas escaleras, y en el ultimo escalón le esperaban sus padres. Sus padres de película eran, Juan Giner Giner y Josefa Ribes Mas (padres de Juan Manuel, Pascual y María José de Optica Giner), y la casa, la de la calle padre Pedro de Benissa (Costera de les cabres). De argumento, no lo recuerdo, no puedo decir nada. Pero me impactó, pues cuando llegué a casa, le dije a mi madre que quería irme a Pego.

Empecé el curso 1967-68 en Pego, con cuarto de primaria. La tía Ignacia, vecina y costurera, confeccionó la indumentaria que se requería para llevar en el seminario. Dos guardapolvos de rayitas muy finas blancas y azul, cuello y cinturón azul oscuro.

Toda la ropa marcada con el numero 58, coincidía con mi año de nacimiento y contenía mis dos numero favoritos el 5 y el 8. El “babi”, así le llamábamos, tenia una característica especial en mi caso. En aquel entonces llevaba ya gafas, pero solo para leer. La tía Ignacia ideo y confecciono un “babi” con  un bolsillo en pecho, el cual tenia dos compartimientos, uno corto y normal, y otro largo para poder colocar allí la funda de las gafas.

Me llevaron mis padres y me quede en Pego, en septiembre de 1967, cuando en mi casa había llegado un niño, y creo que por eso me quede allí triste, por esa circunstancia, no por la separación familiar, el pequeño tenia días, y yo quería estar con mi pequeño hermanito.

En Pego aprendí. Pero aprendí a convivir con muchos prójimos, cada uno de una madre. Aprendí orden y disciplina. Aprendí a respetar. En fin, aprendí, y aquello, sin duda, influyo en mi forma de ser, aunque aun quedaba otras pruebas y aprendizajes que me irían formando.

El padre Ferrer, estaba y no estaba, porque el hacia sus viajes de “película”, ¿no?. Podemos llamarlo así.
Cuando estaba, era, uno más. Conocía a cada uno de nosotros, y para todos tenia un comentario y un apretón de manos. Sus apretones de manos eran mortales, pues algunos le desafiaban, a ver si  aguantaban el apretón. El con su manaza, trituraba nuestras manos. Amigable, amigablemente. Pero con un buen dolor de huesos por un rato.

Su relación tan cercana, tenia la ventaja de tenerlo al tanto de riñas y peleas. Su método de Salomón era el siguiente: Ponía  frete a frete a los dos beligerantes. Ordenaba que consecutivamente se fueran dando “sopapos”. Como era de esperar, los sopapos de lo dos gallitos eran caricias en la cara de cada uno. El decía – “más fuerte” - , pero nada. El final los cogía del cogote, los ponía cara a cara y propiciaba un trompazo de las dos cabezas de los  contendientes, sonando a madera. Algún lloro, sí había, algunos eran muy dados a la lagrima.
El sacramento de la confesión, con él, era una conversación de amigos en su pequeño despacho, vacío y casi siempre cerrado por su trabajo de “película”.

Recuerdo las excursiones a pie desde del convento de Pego al Molinell, la desembocadura del río Racons. Paseando por los caminos de la Marjal o  tierra de arroz. El padre Ferrer jugando con nosotros como un chiquillo más. Haciamos una parada en la InterFruit, donde el padre de Insa, era directivo. Allí, bocata untado con tres gustos y zumo de naranja de la fabrica. Después seguíamos hasta el Cámping san Ferrando. Los dos veranos en una casita, todos durmiendo en una habitación grandísima en colchonetas estrechas El padre Ferrer con la pierna enyesada haciendo viajes en un Seat 850, pues nos traía la comida. El padre Ferrer en la playa organizando juegos, concursos y en la casita turnos de limpieza. Diciendo misa en el bajo de un edificio al lado de la playa y dándome una patada floja, por el ruido que hacía al guardar yo el dinero de la colecta.

Algunos días al año, vuelvo a la desembocadura del río, e  inspiro el aire que  me trae recuerdos  de unos años felices e inolvidables.

Habían unas vitrinas en el seminario, donde estaban expuestas diversas herramientas, armas y utensilios de casa y caza, todos ellos procedentes de sud-america. Eran sus amigos misioneros los que los iban trayendo de sus viajes. En su cabeza estaba siempre presente el río Orinoco.

Deje el seminario y con los años, perdí el contacto, pero sabia donde estaba.

El misionero de tierras cristianizadas, había marchado a Perú.

Pensé que aquel ser robusto y lleno de vida, tenía que encontrar retos importantes para descargar su vitalidad e inquietud.
Estas navidades de 2010, visite a mi amigo el padre Vicente Herrero. Ya sabéis por otros capítulos que además de amigos, somos sufridores de Parkinson. Durante mi visita, me comento que el padre Ferrer había vuelto de Perú y estaba muy mal. Días después me llamo y me comunico que había muerto.
Yo que desde mis años de Pego, no se si lo había vuelto a ver, aun hoy me parece imposible que aquel hombretón, pudiera haber muerto.

Pero, me faltaba saber la herencia que había dejado. La herencia es la "Aldea del niño - Junipero Serra"
Entonces comprendí que había muerto, pero su energía y vitalidad estarán trabajando, seguro, junto a Dios.

No voy a seguir, no, porque os invito a visitar los enlaces que propongo a continuación, y sabréis a quien tuve el privilegio de conocer, con quien conviví, y entenderéis cuanto es el orgullo de haber conocido a una persona excepcional.  

Entrevista con el padre Ferrer:
Sobre la obra del padre Ferrer:
http://www.sanantoniocolegio.com/85mision/01mis_ant/33funeral.php

1 comentario:

Marisa dijo...

Qué historia tan bonita! me ha emocionado