Pepe y Maria |
Vivía Pepe Ferri “el
municipal” en lo que hoy es la Casa Consistorial y que por aquel entonces se
llamaba el Santo Hospital, porque en su tiempo cumplió esa función.
Pepe Ferri, cercano,
obsequioso, dispuesto y llano, es mi primer recuerdo de un Policía Local. El
segundo es el tío Pepe “Pinos”, serio a primera vista, pero ocurrente, ameno,
sensato y servicial.
Ambos dos no fueron a la escuela
de policía, y a la de la niñez escasamente, pero eso no fue obstáculo para ejercer su
función, ni para los que durante los años 70 se fueron incorporando a la
plantilla de la Policía Municipal de Benissa.
Los miembros actuales de la Policía
Local, obtiene una formación que les prepara como nunca para su función. No
obstante, a mis viejos conocidos “municipales”, la falta de esa formación no
les resto, para nada, la eficacia y celo en su trabajo.
Viene a cuento este recuerdo
por la inquietud y opiniones que observo y escucho, sobre la actuación de la
Policía Local en la actualidad.
Entiendo que a la Policía
Local, el benissero debería reconocerla
como un grupo de personas dispuestas a prestar ayuda, a crear un clima de
confianza y cercanía, a considerarlos protectores y apoyo seguro en su devenir
diario.
Y no es así. La opinión
general, no es favorable. El ciudadano observa a personas uniformadas que en
vez de crear confianza, mantienen una distancia fría y en ocasiones
autoritaria. No los reconoce como prestadores de ayuda, no se les ve paseando
por las calles, y cuando se ven es montados en los vistosos y siempre renovados
vehículos policiales.
No, no es cierto. Hay una
excepción. Se les ve en la función de controlar el paso de los alumnos a los
distintos colegios. Pero no por ello, se les considera más cercanos.
Nadie pone en duda que las
funciones de la Policía Local, entre otras, es velar y hacer cumplir las normas
que para la convivencia humana se han dictado. No cabe duda que aquellos que
cumplen dicha función, y más en los tiempos actuales, deben mantener una
actitud firme y seria. No obstante, no están reñidas con una actitud cercana y
asertiva.
La asertividad traducida en:
evitar una contestación seca y malcarada a una pregunta de un ciudadano educado
y un poco asustado. Los aparatosos despliegues, “made in” Guardia Civil. La
imposición de multas, en ocasiones, por infracciones fácilmente perdonables, y
sustituibles por una educada y aleccionadora amonestación, evitando amargar la
vida a un parado o persona con pocos recursos. La comunicación, la actitud y
pose personal menos chulesca o de film hollywoodense de serie B.
No es mi intención devaluar
el trabajo del colectivo, antes bien, persigue mi opinión la de dar a conocer
una opinión generalizada.
El corporativismo que se
observa, permitido y fomentado en ocasiones por los políticos, ha provocado que
algún miembro se viera forzado al traslado por la presión de sus propios compañeros.
Que sus reivindicaciones laborales, justas o no, defendidas en principio dentro
del conjunto de empleados públicos, se negocie por separado y con resultados
positivos solo para el colectivo policial. Que la actitud hacia algún ciudadano
(la policía conoce muchos datos e intimidades) pudiera rozar el acoso o
chantaje. Que la dedicación de algunos miembros a las funciones sindicales, es,
las más de las veces, aprovechada para fines diferentes a la acción sindical.
El Policía Local tendría que
ser un personaje querido y accesible. De palabra educada, y firme cuando la
ocasión lo requiera, pero no chulesca. Visible en la calle, cercano. Un policía
a pie de calle. Justo, ecuánime y comprensivo. Dirigir su malestar laboral
hacia sus jefes naturales, y nunca cargarlo sobre el ciudadano en forma de celo
laboral, como presión hacia el político, pues al final queda la opinión
generalizada que trato de exponer.
Y unas preguntas: ¿Quién es
el defensor del ciudadano frente a una actuación policial?. ¿Quién dilucida un
conflicto?. ¿Quién?.
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