Ha temblado la tierra.
De hecho, según me cuentan, todos los días
hay temblores. La tierra aquí está en plena pugna. El choque de la placa
tectónica de Nazca y la placa Sudamericana pugnan una contra la otra.
No me entero. A las mil
me doy cuenta que lo que he notado era un temblor y no un pequeño
desvanecimiento o un recordatorio de mi Parkinson.
En algún momento, cuando
se siente temblar, es un camión o una máquina que pasa por la calle. De hecho,
aquí en Cali, entre el ruido de maquinarias y vehículos además del ambiente
musical, provocaran, creo yo, que la Tierra cualquier día se salga de su eje, o
de su órbita y salgamos lanzados al espacio negro y oscuro.
No cabe duda que aunque
la tierra hace miles de años que está en constante ebullición, su equilibrio no
está diseñado para aguantar las barrabasadas que realizan unos seres ínfimos,
mínimos.
Esos seres mínimos, los
humanos vamos a ser los que nos desharemos de nosotros mismos. Aunque por
naturaleza soy optimista, no dejo de alarmarme por lo que veo, oigo y siento. Y
me alarmo más cuando veo que pocos piensan que sus acciones o actuaciones son
extremadamente peligrosas.
Hace tan solo unos años,
la “Capa de Ozono” era el tema estrella en los noticiarios, las tertulias,
incluso en el trabajo, el bar a la hora del aperitivo, en casa ……
Me pregunto, después de
pasados unos cuantos años, porque ha
dejado de ser noticia. O porque ha dejado de ser una prioridad. O ha dejado de
ser un motivo para catequizar a la gente.
Si el peligro ha
aumentado, porque ese silencio?. Si se mantiene o se ha conseguido detener,
porque ese silencio. Solo, y digo que soy optimista, me cabe pensar que la cosa
anda desbocada, que no hay remedio y se ha llegado a la conclusión que se hace
lo que se puede, vamos al desastre, pero los actuales residentes no seremos
quienes suframos el desastre, la mutación, o sea lo que sea que se produzca.
Sera un proceso lento, o no, está por ver. Me temo que las generaciones
futuras, a los que hemos vivido entre los años 1890 y 2000 nos calificaran, como mínimo de Barbaros
Irresponsables. A nosotros nos ha tocado el papel, a la vez, de destructores y pioneros en la lucha por la salvación del
hábitat.
Al finalizar un año,
solemos volver a vista atrás, y hacemos un repaso de lo acontecido. Valoramos
qué de positivo hubo y que ha causado que otros proyectos no llegaran al final.
Este repaso nos sirve para lanzar promesas de regeneración de nuestro devenir
en el próximo año.
El próximo año, para mi
será un hito, ya que “hará 20 años que decía que hacia 20 que tenía 20 años”.
Seguiré viviendo sobre
un volcán, en Cali, y con mis terapias en la Fundación Parkinson de Colombia.
Sin duda con lo poco que hasta ahora llevo aquí, he sentido algo muy
importante. Acogida cálida. Camaradería. Complicidad. Ritmo. Simpatía y
Alegría.
Y voy a pensar como los caleños. El baile es
su pasión, la rumba y la salsa con su frenético movimiento de pies,
serán mi asignatura de obligado cumplimiento. Así, si la Tierra tiembla, no
cabe pensar otra cosa que es la vibración de la música que suena en la calle,
en cada terraza, o en el interior de una casa, que aun con las ventanas cerradas, las atraviesa y expande su melodía en el día, y sobre todo
en la noche caleña.
En las noches de sábados
y domingos como si de una competición se
tratase, en cientos de lugares de la ciudad, la mezcla de letras, y decibelios
de música, actuaran como un sortilegio sobre los caleños por su pasión por la
vida.
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