«Gracias a la libertad de expresión hoy es posible decir que un gobernante es un inútil, sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco».

Jaume Perich (1941-1995). Escritor y humorista

lunes, 21 de noviembre de 2011

La Fuente y lavadero del Pou d´Avall.

Como ya he dejado escrito en algún sitio, mi territorio juvenil era la costereta y la placeta del Convent. Las calles, padre Zacarías, Ample (san José) y Escoto, además de la placeta, eran seguros, fuera de ahí, ya era territorio ignoto y podía conllevar posiblemente algún susto o carrera.

Las salidas de ese círculo eran esporádicas, y casi siempre marcadas por una necesidad, no por un deseo de aventura o conquista. Cumplíamos encargos, o visitábamos familiares. Si era en grupo, aunque fuéramos dos, ya era un avance para nuestra tranquilidad.

Con todo lo anterior no quiero decir que había un estado de reinos de taifas, solo que  adentrarnos en calles, donde no teníamos amigos ni conocidos, al encontrarnos con los naturales de la calle o zona de influencia, producía cierto desasosiego en el visitante y desconfianza en el residente. Se producían ciertos altercados y amenazas, que siempre surgían de un cabecilla, al que todos conocíamos, y al que los de su zona seguían y obedecían.

Y alguno de uds., pacientes lectores, preguntara:
 - ¿Este a donde va con esta historieta?.

Pues la verdad es que me iba al paraje del Pou d´Avall. Recordaba estos días las pocas veces que he estado en el paraje y que en mis tiempos de crío era impensable, y si alguna vez fui, fue acompañado.
El paraje del Pou d´Avall, lo visitaba el día 26 de julio de refilón, y era ese día porque es la fiesta de santa Ana, y para llegar allí, era la ruta natural. Todos  cumplíamos con la tradición de ir a merendar a la fiesta.

 
Mi madre hacia “Coques amb mullador”. Preparaba un  capazo y allí organizaba todo lo necesario para acompañar las “cocas”. La caminata desde la costereta del Convent a santa Ana, era bastante amena , estábamos frescos y teníamos ganas de llegar. Por el camino al pasar  por la fuente y el lavadero del Pou D´Avall, lo hacíamos con prisa y precaución, ya que me daba mucha miedo pasar por ese camino. Aun hoy  me da mal cuerpo. El  terraplén que hay desde el camino abajo, lo veía, con mi mirada de niño, muy profundo y lleno de maleza. Mis padres nos habían advertido, no se si para que paráramos quietos y no hiciéramos maldades, de que allí se había ahogado un niño.

Mas adelante, cuando ya las pandillas no afectaban a mi ánimo ni mi ruta, visitaba el Pou d´Avall con cierta frecuencia, era un buen lugar para los cigarrillos furtivos.

Tiempo atrás, leyendo lo que dice Bernat Capó en su libro “El rusiñol del Pou d´Avall”:

"Y tiene otra virtud, la mas importante, y es que quiere tanto la libertad y con tanto fervor, que prefiere la muerte a la esclavitud, aunque esta suponga un cierto grado de comodidad y comida segura. En eso se parece a algunos hombres, llamados idealistas por la gente, que cuando les quitan su bien mas preciado, pierden la ilusión y dejan que esta se vaya extinguiendo, lentamente e inexorablemente. No olvidéis nunca que los seres vivos nacen libres y libres han de morir".

Estos días, visitando el paraje, veo que los alrededores de la fuente y el lavadero parecen territorio de guerra.  Escombros, excavaciones a medio terminar, maleza, caminos equívocos, etc.


Entonces, mirando el paraje central, fuente-lavadero, limpio y aseado, y que en tiempos fue inalcanzable por el miedo a  las pandillas, y en otro lo fue de libertad y recreo, comprendo que el Rosssinyol anhele la libertad y salir a todo gas de ese territorio por si algún misil se escapa y le achicharran bajo los escombros y el relleno.

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