La levodopa ha sido, como cada día, la responsable de suplir los fallos de la producción de dopamina en mi cerebro.
Ya hace tiempo que por si sola, no es capaz de rellenar del todo la carencia, por lo que , a falta de un descubrimiento espectacular, tendré que seguir tomando cada día mi coctel personalizado de pastillas de levodopa con una combinación de agonistas, que a su vez necesitan otros fármacos que contrarresten los efectos secundarios de estas drogas.
Algún día de estos, sucumbiré a esa invitación macabra, y me dejare trepanar el cráneo. Dejare, que casi si querer, se dejen un electrodo en lo profundo de mis pensamientos. Tan profundo es el punto donde va a quedar ese frio metal, que la sustancia gris se ha convertido en sustancia negra.
Aunque la Organización Mundial de la Salud diga que los 4.6 millones de afectados actuales, en el año 2030 seremos el doble, no se ha tomado, por parte de los responsables de la salud, medidas de detección temprana y entendimiento de las causas de su existencia.
La detección temprana y el tratamiento oportuno, mejoraría el retraso en su progreso.
16 años después del diagnostico, sigo nadando a contracorriente, y así lo hare mientras tenga fuerzas y el apoyo de los que me quieren.
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