Los cambios o
relevos políticos al frente de los Ayuntamientos, traen consigo una época de
inestabilidad e inseguridad entre los trabajadores públicos, sobre todo a nivel
de mandos medios.
Los políticos
salientes, por eso de que pierden el poder, son criticados, y si han gobernado
y pierden el mando, se produce el vacío alrededor, en algún caso la retirada de
la palabra y la pérdida de algunas amistades, quizás interesadas.
Algunos de los entrantes,
con ese subidón que les da, quieren cambiarlo todo, (el despacho es lo primero),y una vez toman posesión de
su reino de taifas, empieza por estorbarles algún empleado público, como así ha
sido en tiempo pasado. Cada legislatura tiene sus damnificados.
Algunos de los nuevos
ediles han estado durante su época de travesía del desierto, escuchando a los
envidiosos y a los segundones verter toda clase de acusaciones, algunas
inverosímiles con el fin de congraciarse con el entrante. Y el entrante feliz, acumulando
motivos para cumplir su sueño, parapetándose detrás del resto de concejales.
Creía que
este proceder era debido a la inseguridad que les da, en algunos casos, el
desconocimiento del área que les asignan Pero no, estos han estado tragando todo lo que su “asesor” le transmitió,
y creen que han adquirido los conocimientos necesarios para gobernar el área.
Es habitual que
en cada legislatura algún/os empleados públicos reciban un trato que hoy se
llama “mobing”, este ha existido siempre, pero no se llamaba así, ni el
afectado tenia derechos.
Y por fin los
consiguió.
Últimamente
escucho, con cierta perplejidad, que sin ningún recato se dice que “rodaran
cabezas”, o “pedir la cabeza de …”
Podría
redactar una lista de descabezados cuando no se decía descabezar y una lista de
descabezadores que se fueron a su casa con poca gloria.
En esta
legislatura se atisba un anteproyecto, en marcha, para un descabezamiento. Me
vinieron a la memoria dos personajes de mis tiempos de estudiante, uno cómico y el otro tristemente real, y todo
ello me causo cierta desazón.
El Tartufo de
Moliere, personaje cómico que ha quedado como apelativo de una persona
hipócrita y falsa. En la asociación de ideas coinciden que, nadie lo nombra por
su nombre, ni lo señala directamente, pero todos sabemos desde el primer momento quien es. Por su malicia e hipocresía se
nos hace odioso, verdaderamente odioso. Y por sus
engaños, es un hombre bastante listo y rastrero, que no duda en
engañar y aprovecharse de los inocentes que creen en su palabra.
El otro es, Maximilien
de Robespierre, fue un abogado y político de la Revolución Francesa que
en sus escritos de la época mostraba la influencia de las ideas democráticas de Rousseau.
Se erigió en defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas,
pero fue el instaurador del Régimen del Terror.
Hombre íntegro,
virtuoso y austero, recibió el sobrenombre de “el
Incorruptible”. Los sans-culottes llevaron a
Robespierre al poder y tras arrebatarle el poder a Danton, Robespierre se
convirtió en el «hombre fuerte” e instauró una dictadura.
Robespierre impuso
una sangrienta represión para impedir el fracaso de la Revolución, no dudando
en aprobar leyes que recortaban las libertades y simplificaban los trámites
procesales en favor de una justicia revolucionaria tan expeditiva como
arbitraria; completaba el mecanismo represivo un sistema de denuncias y
testigos perjuros extendido por todo el país mediante 20.000 comités de
vigilancia. Eliminó físicamente a la extrema izquierda, a contrarrevolucionarios,
monárquicos, aristócratas, clérigos, federalistas, capitalistas, especuladores,
rebeldes, traidores y desafectos, hasta 42.000 penas de muerte en un año.
Adoptó medidas
sociales encaminadas a ganarse el apoyo de las masas populares urbanas, como la
congelación de precios y salarios.
Una coalición de
diputados obtuvo de la Convención el cese y arresto de
Robespierre y sus colaboradores en el Comité. De nada sirvió el conato de
insurrección popular que protagonizaron los sans-culottes para
salvar a Robespierre. Juzgado por sus propios métodos, fue guillotinado junto
con veinte de sus partidarios.
Aqui, los sans–culottes de Benissa Impuls hablaron y Robespierre apoyándose en ellos, trata de hacer justicia
guillotinando a los molestos y colocando
a sus conmilitongos.
Ponganle nombre y
tenemos la farsa bufa montada.
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