La llegada a Barcelona – Sants es de una puntualidad
inglesa. Lo dicho, nada que ver con los expresos de los 70. Aquellos incomodos y
lentos trenes, que a veces se parecían mas a un transporte de ganado. ¿O era
una combinación?. ¡Que diferencia!.
Hay tiempo para una comida. Nuria cumple unos años y nos
invita. Miro a la pequeña Marina es ya una mujer. Que diferencia de aquella
pequeñaja de los primeros años de veraneos en Javea. Ahora me doy cuenta que no
la felicite. Nuria, felicidades y que cumplas muchos más.
Recorremos el Raval de Barcelona, mercado del Born, Santa María
del Mar (Me gusto la novela La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones), las
calles con los nombres de los oficios antiguos y algunos aun vigentes, las
calles estrechas con los balcones adornados con la ropa recién lavada,
secándose, no se sabe cuando. ¡Aquí no da el Sol!.
Las terrazas y paseos atiborrados de gente de todo color y
nacionalidad. No cabe duda que Barcelona esta de moda.
En El Prat, en el aeropuerto, las formalidades. Facturación,
pasaporte, billete, vuelta al pasaporte y al billete.
El despegue, el vuelo, el aterrizaje. Respeto al medio de
transporte. Es muy seguro, pero le tengo mucho respeto.
Aeropuerto de Estambul, 15 euros por la visa, las tasas o
simplemente porque aquí hay que pagar por todo. Abstenerse de regateos. Malas
caras de los taquilleros recaudadores turcos.
Traslado al hotel. A dormir, a las 4.
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¡Aviso señores!,
el autobús les recogerá a las 8,30 horas.
¿Dormir?, poco.
Mañana Sema, nos acompañara al Bazar de las especias, el
Palacio de Topkapi, el Hipódromo y la Mezquita Azul, un día intenso en el que
se prevé lluvia.
El día segundo pues, es un día de desplazamiento. Observe a
los demás viajeros. Todos teníamos ganas de terminar este día.
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