La región de las mil iglesias. La región de las viviendas enclavadas en las montañas de toba. De las ciudades subterráneas. La región de los Derviches. El refugio de los cristianos.

Tiene Capadocia, un paisaje tal, que en abril se parece a La Mancha. Grandes extensiones de tierra donde empieza a crecer un incipiente sembrado de grano. De repente un paisaje fantasmagórico. Grupos de gigantes sin brazos paralizados por algún tipo de gas. Montañas puntiagudas con puertas y ventanas. Rocas con formas caprichosas, Y si paramos y observamos, iglesias escavadas en la roca, con pinturas y columnas, cual catedral románica.
Después
en una Caravasar antigua de Turquía central, once hombres, diez Semacên y el
Semacên Basi, realizan un acto religioso durante cuarenta minutos, la Semà.
Mientras cuatro de ellos, los Derviches giran, los otros, con instrumentos musicales acompañaban sus giros. Participar en su representación, produce un efecto propicio para pensamientos positivos y de superación. La vida es un giro, una vuelta, tiene uno tiempo a llegar a esa conclusión.
La
piedra toba tiene su museo en Capadocia. La facilidad para trabajar en ella,
excavar y construir, queda patente en el Museo al Aire Libre de Görem.
Los
curiosos del mundo desgastamos el territorio, producimos erosión, y muchos más
impactos. Somos como Atila, nuestro rastro es destrucción.
Las
bellas y extrañas formaciones de la Capadocia, tienen fecha de caducidad.
Cuando
nos dirigimos al pequeño aeropuerto, recuerdo la fiesta de la Noche Turca,
donde la danzarina del vientre, entre otros, me invito a salir a la pista. Yo
no estoy ni para noches turcas ni danzas del vientre. Más bien para camas
turcas y flexiones abdominales.
Josep
descansa, pues ocho días de lazarillo de un parkinsoniano, agotan.
Nevşehir, Turquía, 8 de
abril de 2012
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